La ment humana i les creences errònies (Dan Ariely).






Hay muchas cosas que simplemente no podemos saber con seguridad. Su pregunta lleva algo al extremo, lo vuelve casi absurdo, pero nos obliga a pensar. Lo que plantea es: si empiezas a mirar el mundo con un filtro de sospecha, ¿dónde están los límites? Y lo cierto es que, al final, casi todo nuestro conocimiento se basa en la confianza: confiar y conectar los puntos. Y si se pierde esa confianza, entonces no hay nada que no pueda ser objeto de duda. Ahora que lo pienso, incluso aunque se hiciera una autopsia, podría no confiar en el forense que la realiza. En el momento en que empiezas a creer algo con intensidad pero pierdes la confianza, muchas cosas empiezan a desmoronarse. Y eso es muy peligroso: una vez que pierdes la confianza, es una espiral que va a más.

Una de las mujeres con las que hablé empezó creyendo que la vacuna del covid era maligna. Tristemente, hace un año y medio le diagnosticaron cáncer. Pero su desconfianza en la medicina ya se había generalizado. No se limitaba ya a pensar que esa vacuna no se había probado lo suficiente o que no tenía un grupo de control adecuado: sentía que todo el sistema médico conspiraba contra ella. No quiso tomar quimioterapia ni radioterapia. Murió hace un par de meses. Cuando hablamos, me dijo qué día sería su cumpleaños, lo tenía apuntado en mi calendario: a finales de este mes. Es solo una historia, pero muestra cómo se erosiona la confianza y las consecuencias devastadoras que eso puede tener.

Todos tenemos esa sensación subjetiva de que el bando al que pertenecemos es más razonable, y que los del otro lado creen en disparates. Pero, como muestro en el libro, los datos me obligaron a reconocer que mi manera de leer la realidad estaba distorsionada. Que tiendo a restar importancia a las conspiraciones cuando vienen de mi lado, y a exagerarlas cuando vienen del contrario. En otras palabras: el mapa mental que yo tenía del mundo no se ajustaba a los hechos. Y creo que esto nos pasa a todos. Hágase esta pregunta: piense por un segundo en el político que más detesta en el mundo. ¿Cuáles son esas cosas que, si alguien las dijera sobre esa persona, tú te las creerías sin dudar ni comprobar nada? En Estados Unidos el ejemplo más evidente es Hillary Clinton frente a Donald Trump. ¿Qué cosas se podrían decir de Hillary que un republicano creería sin pruebas? ¿Y qué cosas se podrían decir de Trump que un demócrata daría por ciertas de inmediato? «Trump es un agente ruso». «Hillary tiene un sótano en una pizzería para...».. Ya sabe. Me gustaría poder decir que un bando político es más escéptico o más riguroso. Pero, sinceramente, los datos no indican que sea así.

Me parece que el mundo actual, con medios de comunicación fragmentados y democracia representativa, no funciona bien. En el pasado, cuando un líder tenía que dirigirse a toda la población, estaba obligado a hablar de hechos, de realidades comprobables. La gente lo escuchaba desde distintos puntos de vista y lo juzgaba. Eso lo forzaba a mantener cierto equilibrio. Piense, por ejemplo, en la época en que solo había un canal de televisión. Los líderes no podían elegir a qué audiencia hablarles. Tenían que dirigirse a todos, y eso moderaba sus posiciones más extremas. ¿Qué ocurre ahora, cuando un líder puede hablar sólo a sus seguidores? Ya no tiene que rendir cuentas a nadie más. Nadie le exige que hable con honestidad, que se base en hechos. Puede decir lo que quiera sin oposición. Y eso es peligroso.

La palabra "shibólet" viene de una historia bíblica en la que dos tribus pronunciaban de forma distinta el nombre de una planta y usaban esa diferencia como prueba de identidad. Creo que en la política actual ocurre algo parecido. Muchos discursos parecen tratar sobre hechos, pero en realidad son shibólets: señales de identidad. Cuando Trump dijo que los inmigrantes comen gatos y perros, ¿de verdad lo pensaba? ¿O mandaba un mensaje de identidad: «Soy duro con los inmigrantes»? Si hubiera dicho simplemente «no me gustan los inmigrantes», no habría tenido el mismo impacto. Pero al usar una imagen grotesca, marcaba una diferencia radical: «Ellos no son como nosotros».

Cuando no entendemos lo que ocurre, buscamos una historia: una narrativa que dé sentido, porque eso nos calma. Nos da la ilusión de que el mundo es comprensible. «Ah, ahora ya sé lo que pasó. No volverá a ocurrir». Por ejemplo: hay un atentado terrorista, enorme. ¿Cómo pudo pasar? ¿Podría repetirse mañana? Entonces alguien dice: «Hubo complicidad dentro del gobierno». Y de pronto, sientes que comprendes. Esa falsa seguridad psicológica no es buena a largo plazo, pero calma a corto.

El estrés nos vuelve vulnerables. Imagina que eres un animal en la selva. Hay un león cerca. ¿Qué haces? Te pones en máxima alerta. Observas cada hoja, tratando de anticipar el peligro. Estás en modo de sobreinterpretación del entorno para sobrevivir. Lo mismo nos ocurre a los seres humanos cuando estamos estresados. Entramos en una «sobrecarga interpretativa». Buscamos desesperadamente conexiones. Pero aquí está la gran diferencia: el animal no recuerda lo que ocurrió el día anterior. Nosotros no funcionamos así. Si en estado de alerta vimos un vídeo en YouTube que ofrecía una teoría alternativa, aunque fuera falsa, la recordamos al día siguiente. Y no solo eso: es muy probable que esa teoría permanezca con nosotros y nos haga sentirnos peor con el tiempo. Y claro, las fuentes de estrés son muchas. ¿Por qué me despidieron a mí y no a otros? ¿Por qué mi madre enfermó?

La mente humana es como una navaja suiza vintage: versátil pero desfasada, diseñada para un mundo que ya no existe. Por ejemplo, seguimos obsesionados con el cotilleo porque, en comunidades pequeñas, el miedo al chisme regulaba la conducta. Hoy, esa pulsión se amplifica en redes, pero sin consecuencias sociales reales: consumimos malas noticias porque nos atraen, no porque nos ayuden. Mientras la industria del automóvil mejora adaptándose a nuestras limitaciones, las redes sociales lo hacen explotándolas. La gran pregunta no es solo quiénes somos, sino cómo estamos diseñando el mundo. ¿Estamos inventando tecnologías para comprender nuestra naturaleza y ayudarnos a mejorar? ¿O para comprender nuestra naturaleza… y aprovecharse de ella? Para mí, esa es una de las grandes decisiones que debe tomar cualquier sociedad. Y, por supuesto, mi esperanza es que elijamos la opción que nos permita mejorar.

Daniel Arjona, entrevista  a Dan Ariely: "El momento en que empiezas a creer algo pero pierdes la confianza entras en una espiral", elmundo.es 12/05/2025

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