Gaza i la "situació absoluta".
En Gaza estamos ante aquello que Simmel llamó una “situación absoluta”. Se trata de aquel tipo de situaciones en las que todo está en el tablero. Son las situaciones no negociables, en las que las soluciones diplomáticas quedaron atrás. En ellas no se puede permanecer indiferente. Nos conciernen, y más vale que nos conciernan porque nos afectarán, tarde o temprano. En ellas, los seres humanos son arrastrados a comportarse como si estuvieran en el final de la historia. Porque de hecho lo están. Lo que salga de una situación absoluta no será el final de la historia, pero será otra historia. Si gana en ella un poder que no reconoce la idea de la dignidad de lo humano, entonces lo que entendemos como vida social puede cambiar. Las situaciones absolutas son una bola de nieve. Es difícil evitar que la bola final sea muy grande. Dichosos aquellos a los que no pisotee.
En las situaciones absolutas irrumpen los objetivos absolutos. Esta irrupción divide a la humanidad en dos grupos: los que se alinean en la consecución de esos objetivos, y los que los resisten. Ya no hay consenso en la humanidad porque no hay objetivos compartidos. Nadie está a salvo si un objetivo absoluto se cruza con tu posición, tu existencia o tus intereses. No habrá piedad. Miremos las Universidades americanas. Si nadie defiende a Harvard, todas han de preguntarse cuál será la próxima. Si alguna la defiende sola, esa será la próxima. El poder que nos arrastra a una situación absoluta siempre cuenta con la cobarde estupidez de muchos.Por supuesto, los que arrastran a situaciones absolutas son psiquismos raros, atravesados por la voluntad obsesiva de ganar a cualquier precio. Freud dijo que lo propio de la neurosis obsesiva es que «finalmente, la imposibilidad ha desaparecido del mundo». Entonces la salvación puede ser cualquier cosa y ninguna acumulación de poder será suficiente. Lo que sucede en Gaza procede de psiquismos fanatizados que creen estar en contacto con la divinidad. Miran atrás, después de miles de años de historia, y asumen que su divinidad ha dictado el tiempo crucial para ellos. Es su hora. Muy extraña esa divinidad que cumple sus promesas otorgando unos kilómetros cuadrados de tierra a cambio de decenas de miles de muertos y de una insufrible y humillante crueldad sobre sus ocupantes.
Considerar la Franja como un valor absoluto, que permite romper con lo que esa misma divinidad inspiró durante milenios, es extraño y pone al ser humano ante los límites de lo comprensible. Que el grupo terrorista Hamás favorezca esta situación sacrificial de su pueblo, está todavía más allá de lo concebible. En las situaciones absolutas se rompe la interpretación habitual de lo creíble. Pero hay algo más, y es lo más grave de las situaciones absolutas: habitúan a la gente a esas actitudes neuróticas obsesivas. Alguien podría decir que todavía aquellos que implican a la divinidad en sus cálculos y dotan sus decisiones de la fuerza que se deriva de la trascendencia, son víctimas de una fe distorsionada y feroz, pero que todavía cabe esperar que sea reconducida, pues ninguna fe tiene una única interpretación.
José Luis Villacañas, Situación absoluta, Levante 07/06/2025
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