Com encaixar en el món (realisme).








Muchos filósofos siguen identificando erróneamente el realismo con el realismo ingenuo. Como si el realismo tuviera que admitir necesariamente lo que Putnam llamaba “el punto de vista de Dios” y Thomas Nagel “el mundo desde ningún lugar”. Como si el realismo creyera que nuestra mente es un mero “espejo de la naturaleza”, de acuerdo con el hombre de paja que construyó Rorty para criticar a la epistemología moderna.

En el realismo científico crítico de Niiniluoto (y algo parecido podría decirse del realismo pragmático de Kitcher), nunca nos enfrentamos a EL MUNDO directamente, es decir, al mundo tal como es en sí mismo; sino que siempre nos hemos de mover en L-MUNDOS, es decir, en acotaciones del mundo realizadas por nuestros lenguajes y esquemas conceptuales, que estructuran el mundo de diferentes maneras. Pero en lo que el realista insiste es en que lo que sea verdadero o falso en un L-MUNDO, no depende de nosotros, sino de lo que esas estructuras consigan hacer para encajar en EL MUNDO. La primera jugada en el proceso cognitivo es nuestra: nosotros elegimos el lenguaje o el esquema cognitivo, pero la segunda jugada, la definitiva, corresponde a EL MUNDO. Él nos dice qué es lo que se puede considerar verdadero o falso en ese lenguaje. Por eso, puede decirse que toda verdad es siempre “verdad en un lenguaje”, como vio Tarski, pero eso no significa que la verdad o falsedad dependa en exclusiva de ese lenguaje.

Leo esta mañana un pasaje del gran paleoantropólogo Ian Tattersal que podría encajar bien con todo esto:
“Lo que hizo al Homo sapiens moderno cualitativamente diferente de ellos [los demás homínidos] (y de todos los demás organismos, hasta donde sabemos) fue un alejarse del estilo cognitivo intuitivo ancestral y cambiar al único algoritmo simbólico que usamos hoy. Este cambio significa que, en lugar de percibir nuestros entornos de una manera holística, deconstruimos mentalmente esos entornos (internos y externos) en vocabularios de símbolos mentales. Entonces podemos recombinar esos símbolos, de acuerdo con las reglas, para llegar a nuevas declaraciones sobre el mundo, no solo acerca de cómo es, sino de cómo podría ser. Como resultado, tendemos a vivir la mayor parte del tiempo no en el mundo como se presenta directamente, sino en las versiones del mundo que reconstruimos en nuestras cabezas. Es esta habilidad la que, para mejor o para peor, permite que Donald Trump y Anthony Fauci pertenezcan a la misma especie aún para percibir la amenaza del virus en tan marcadamente diferentes condiciones.”

Yo solo añadiría que, con todo, EL MUNDO da su veredicto acerca de cuál de los dos se equivoca.

Antonio Diéguez Lucena, facebook.com 17/02/2021

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