Històries del Golem.

Por aquel entonces (año 1600), Europa estaba en llamas: católicos y protestantes se hacían la guerra. Todo los separaba, excepto su odio hacia los judíos. Las persecuciones antisemitas se multiplicaban. Los judíos se dirigieron a su rabino (Judà Loew Ben Bezalel, conocido MaHaRaL, el Cabalista) en busca de protección. Este dudó y luego hizo que le trajeran miles de cubos con arcilla procedente de la orilla del río Moldava, que atraviesa la ciudad. El rabino modeló con ella una enorme forma de contornos casi humanos y le insufló la vida. Y así nació el Golem, pura fuerza sin boca, pues el Verbo solamente les corresponde a los hombres. Esta especie de bomba atómica intimidó a los antisemitas, pero podía volverse contra sus creadores de la noche a la mañana. (...)

El monstruo de arcilla garantizó la seguridad de la ciudad judía y restableció la paz y el bienestar. Después, el Golem dejó de tener utilidad y se vio relegado a trabajos de construcción y tareas vulgares. Los niños se burlaban de él. La gente lo insultaba. Un día el Golem se rebeló y destruyó todo lo que encontró a su paso. Alertado, su creador, el gran rabino Loew, tuvo que quitarle la vida a su obra: el Golem volvió a ser barro. Los habitantes de la ciudad, presa de remordimientos, transportaron ese barro hasta el sótano de la sinagoga Vieja-Nueva, la más antigua de Europa.

MaHaRaL, el gran rabino Loew, nació en 1512 en Worms, a orillas del Rin. Llegó a Praga a una edad avanzada y a petición de la comunidad judía y del emperador romano germánico Rodolfo II. Allí permaneció como gran rabino hasta su muerte a los 97 años, en 1609. Cabalista reputado, Loew era también un apasionado de la Filosofía y la Astronomía. En Praga entabló amistad con Tycho Brahe y Johannes Kepler, los dos famosos astrónomos que, al mismo tiempo que Galileo y siguiendo a Copérnico, probaron que no solo la Tierra giraba alrededor del Sol, sino que una multitud de sistemas solares y planetas poblaban el cielo infinito. Para los cabalistas no fue una revelación. El Zohar, o Libro del esplendor, obra emblemática de la Cábala, redactado, según se cree, en la España del siglo XIII por Moisés de León, ya hablaba de ello. Para los gentiles, en cambio, este descubrimiento fue fulminante. Desde la noche de los tiempos, los hombres estaban convencidos de que la Tierra era el centro del Universo. Entre Dios y los hombres, había una simple relación vertical: el hombre estaba abajo; el Señor, en los cielos. Pero si el espacio que había por encima de nuestras cabezas, ese espacio reservado a Dios, contaba realmente con una infinidad de astros y planetas, ¿dónde se encontraba Su morada? MaHaRaL responde: en el lenguaje. ¿No nos ha sido dicho que en el principio era el Verbo?

Todo el mundo se acercó entonces a la Cábala. Su extraña anticipación de este descubrimiento esencial le valió un interés repentino y desenfrenado que desbordó los ambientes judíos.

Para mí, nativo de Varsovia, hollar las calles en las que el Golem cobró vida era una aventura extraordinaria. Uniendo mis pasos a los pasos del MaHaRaL cumplía un sueño de infancia, raro privilegio. Pronto descubrí asombrado que el antiguo barrio de Praga permanecía intacto, que sus sinagogas, su ayuntamiento y sus cementerios seguían ahí. Eso me dejó perplejo: mi ciudad, la ciudad judía de Varsovia, desapareció completamente.

¿Por qué los nazis respetaron Praga? ¿Por miedo a MaHaRaL y al Golem? El mismo Goethe visitó la sinagoga Vieja-Nueva de Praga antes de escribir El aprendiz de brujo. El Golem de Gustav Meyrink (1915) fue uno de los primeros best seller de la literatura mundial. Por otra parte, la fascinación que los judíos ejercían sobre Heydrich era tal que hizo que la Comisión de Evaluación Racial le extendiera un certificado que probaba su pureza de sangre: "Ni sangre de color ni sangre judía". Siempre llevaba ese documento junto al corazón; también aquel 4 de junio de 1942 en que la resistencia checa consiguió abatirlo. Sin embargo, antes había tenido tiempo para presentarle su proyecto a Hitler: convertir el barrio praguense de Josefov en el "museo exótico de una raza extinta".

Marek Halter, Tras los pasos del cabalista en Praga, El País, 14/07/2010



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