La guspira de les idees.






Durante siglos, a la humanidad le ha obsesionado encontrar el interruptor que hará que fluyan las ideas. Y encenderlo. Los debates filosóficos y las decisiones pragmáticas –como las decenas de tazas de café que bebía al día Honoré de Balzac para producir novelas a un ritmo endiablado– se han sucedido durante todos esos años. Sin embargo, la ciencia permite ahora comprender mucho mejor qué es la creatividad y cómo circulan las ideas. Comprender qué recorrido hacen en el cerebro humano es mucho más sencillo que cuando Schiller hacía acopio de la fruta que nadie quería.

De entrada, cabría preguntarse qué es exactamente la creatividad. Por mucho que se le otorgue a veces casi una naturaleza alquímica, es en realidad algo que se puede definir de forma científica. «La mayoría de los expertos están de acuerdo en que dos elementos son centrales para la creatividad», explica en Scientific American la neurocientífica Anna Abraham. La experta apunta, por un lado, «a la capacidad de generar ideas que son originales, poco usuales o novedades en alguna manera» y, por otro, a que estas ideas sean «satisfactorias, apropiadas o adecuadas al contexto».


La chispa de las ideas requiere un estado que la propicie. Como sabe cualquiera que se ha enfrentado a un trabajo con poco tiempo y se ha frustrado no encontrando esa clave buscada que lo desencadenará todo, nada resulta peor que el estrés para la agonía creativa.

«Las ondas alfa son una señal en el cerebro que está estrechamente relacionada con los estados de relajación», dice a la radio pública estadounidense Jonah Lehrer, autor de Imagine: How Creativity Works. «Lo que los científicos han descubierto es que cuando la gente está relajada, es más probable que tengan ese gran momento de ajá, esos momentos de intuición en los que se resuelven los problemas que parecían no tener solución», añade. Por tanto, no sorprende que en los rituales de tantos artistas se incluya el salir a dar un paseo, «despejar» la mente. Emily Brontë pensaba en sus historias mientras planchaba: anotaba lo que se le iba ocurriendo mientras repasaba las prendas.

También es crucial para poner en marcha los circuitos de las ideas el conocimiento previo. La copia es buena no solo por múltiples razones conectadas con el reconocimiento, sino también porque las ideas previas son las que impulsan esa chispa creativa. Tal como asegura Lehrer, «el cerebro es un nudo de conexiones sin fin». Esas redes generadas por lo ya conocido son las que llevan a que aparezcan las nuevas ideas: son los puntos de partida que llevarán a que se genere lo nuevo.

Eso sí, las ideas no nacen exactamente en una mitad concreta del cerebro. Un estudio de la Universidad Drexel, financiado por la National Science Foundation estadounidense, usó a una muestra de músicos de jazz para cuestionar, desde la neurociencia, uno de los grandes mitos sobre las ideas, la de que existen quienes usan más el hemisferio derecho (y son por ello innovadores y creativos) y quienes usan el izquierdo (y son así altamente analíticos). Sus descubrimientos apuntan que, desde el punto de vista de la ciencia, no se puede decir que las ideas nazcan en la zona derecha del cerebro.

Porque si bien los músicos con menos experiencia improvisaban su música –algo altamente creativo– usando la parte derecha, quienes tenían una larga trayectoria lo hacían desde el izquierdo y no por ello estaban haciendo un trabajo que requiriese menos creatividad. Por tanto, la clave estaba en el resultado. «Si se define la creatividad en términos de «la calidad del producto», como una canción, una invención, un poema o una pintura, entonces el hemisferio izquierdo juega un rol fundamental», aseguraba en la presentación de resultados John Kounios, uno de los responsables de la investigación. Si lo creativo era «la habilidad de una persona para afrontar lo nuevo y las situaciones conocidas», entonces sí sería algo del derecho.

Raquel C. PicoAsí se mueven tus ideas en el cerebro, ethic.es 3/03/2023

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

La ciència del mal (Simon Baron-Cohen).