Schopenhauer i l'art de ser feliç.
De las ricas reflexiones de Schopenhauer sobre la vida destaca El arte de ser feliz, una recopilación post mortem en un único y breve libro. Su escueta extensión desvela cincuenta consejos para aspirar a alcanzar la eudemonología, que en la perspectiva del alemán no pretendía tanto alcanzar un estado de plenitud jovial, sino aplacar el sufrimiento y el ánimo desgraciado, permitiendo desarrollar sosiego y tranquilidad más o menos duradera. De entre el medio centenar de claves que ofrece Schopenhauer, diez de ellas destacan por su carácter sumamente práctico y motivador.
Para el alemán, que encontró consuelo en la tradición india y, más concretamente, en el budismo, el ser humano está condenado a enfrentar el sufrimiento que la propia individualidad existencial le procura. «Así como rechazamos una medicina amarga, nos resistimos a aceptar que el sufrimiento es esencial a la vida», concluyó el denominado como «Buda de Fráncfort». Por lo tanto, aceptar que vamos a sufrir en nuestra vida es un primer paso imprescindible si queremos alcanzar algo parecido a una cierta paz de espíritu que nos aleje de la melancolía y de la desgracia.
Una obviedad si hemos aceptado el carácter del sufrimiento. La alegría es para Schopenhauer un bien escaso y un estado de ánimo fugaz. Sin embargo, aún existe un peligro más trascendente que la arbitrariedad en la vivencia de la alegría o el sufrimiento: que, adictos a las alegrías, suframos en su búsqueda.
Para evitar sucumbir a este problema, Schopenhauer recomienda cuidarnos «de intentar hacer lo que de todos modos no logramos», ajustar nuestras pretensiones, ambiciones y objetivos, renegar del futuro y no dejarnos arrastrar por la euforia cuando atravesamos una rara cumbre de alegría, sino que debemos ser plenamente conscientes de que enseguida llegará la pesadumbre.
Conviene rodearse, por tanto, de un contexto en el que la serenidad prevalezca sobre los dos grandes enemigos del bienestar humano, la alegría y el sufrimiento. Los amigos (de los que escaseó en vida el filósofo alemán, por cierto) representan para el pensador un elemento clave para el buen vivir: quiebran la percepción condenatoria de la individualidad, distraen de las penas de la existencia y proporcionan apoyo y comprensión.
...si deseamos convertir nuestra vida en un agradable paseo existencial es necesario abandonar toda obsesión por acumular bienes materiales e inmateriales (por ejemplo, adquirir fama o popularidad, caer bien a todo el mundo, etcétera) y disfrutar de cuanto poseemos. Porque lo que tenemos, mientras lo alberguemos, puede ofrecernos el alegre confort que tanto escasea, en opinión de Schopenhauer.
Para aspirar a un calmado bienestar es necesario esforzarnos por cuidar la salud. ¿Y cómo debemos hacerlo, según el filósofo alemán? Alejándonos de los vicios, calmando las pasiones, procurándonos bienestar físico, evitando el sobreesfuerzo y, como parte cuasi metafísica de este exceso de esfuerzo, intentando esquivar las penas, en especial si son banales. Es más, Schopenhauer defendía que la alegría del ánimo estaba estrechamente vinculada con la salud del cuerpo.
«Limitar el propio ámbito de acción: así se da menos oportunidad al infortunio; la limitación nos hace felices»: Schopenhauer mantuvo como principio de la correcta actividad vital la limitación de los actos. Reflexionar sobre la naturaleza, motivación y objetivo de nuestras inclinaciones ayuda a moderar el deseo y a pulir las expectativas. Y, como consecuencia práctica, a esquivar el sufrimiento.
Para el erudito, el esfuerzo por aprender siempre cosas nuevas no sólo proporciona un grato placer, sino un bienestar a largo plazo, pues nos permite sentirnos bien con nosotros mismos y lograr metas alcanzables, provechosas para conservar un magnífico ánimo. «La actividad, el emprender algo o incluso sólo aprender algo es necesario para la felicidad del ser humano», apuntó al respecto.
Aunque pueda resultar contradictorio después de cuanto ya ha sido nombrado, el filósofo aconsejó entregarse a la felicidad cuando esta desee visitarnos. No se trata de intentar capturarla de alguna manera, esforzándonos en actos vanos por mantenernos «felices» todo el tiempo. Tampoco en entender el estado de felicidad como una exuberancia perpetua. Para Schopenhauer, con no ser desgraciado y tener una buena y serena vida, ya se es feliz. O suficientemente feliz, al menos. Y dado que la alegría, el deseo y el sufrimiento, entre otros factores, juegan en nuestra contra según el pensamiento del autor del Parerga y Paralipómena, aprender a ser felices cuando corresponde se convierte en un deber hacia la vida misma.
Eso sí, para convertirnos en alumnos aventajados de la escuela de la felicidad de Arthur Schopenhauer necesitamos desarrollar, al menos, dos disposiciones del espíritu. Una, no perseguir nunca la felicidad, ya nos alcanzará ella cuando menos lo esperemos. Y dos, asimilar que es nuestra manera de comprender el mundo lo que condiciona, en gran medida, la recepción de los acontecimientos. Así lo dejó escrito: «Lo que produce nuestra felicidad o desgracia no son las cosas tal como son realmente en la conexión exterior de la experiencia, sino lo que son para nosotros en nuestra manera de comprenderlas». Si la Fortuna ama a los audaces, la felicidad parece acompañar a los serenos, los bondadosos y a las personas de buen carácter.
David Lorenzo Cardiel, Diez claves para ser feliz según Schopenhauer, ethic.es 21/08/2023
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