La utilitat del mite.
Buena parte de la historia de la humanidad ha estado presidida por dos formas de pensar, hablar y adquirir conocimiento del mundo: el mythos y el logos. 1 Ambas formas de comprensión eran esenciales para entender la realidad: no solo no se oponían mutuamente sino que eran dos maneras complementarias de alcanzar la verdad, y cada una de ellas tenía su particular esfera de competencia. El mito se ocupaba de todo cuanto se juzgaba intemporal y constante en nuestras vidas, retrotraía la mirada y nos permitía tanto contemplar los orígenes mismos de la vida y la cultura como explorar los más profundos planos de la experiencia humana. Se ocupaba del significado de las cosas, no de los asuntos prácticos. Los seres humanos somos criaturas en perpetua búsqueda de sentido. Si nuestras vidas carecen de él, caemos con mucha facilidad en la desesperación, y en la antigüedad el mythos era el que permitía que la gente entrara en contacto con realidades más hondas, proporcionándoles un contexto que no solo daba sentido a su decaída y precaria existencia sino que dirigía su atención hacia aquello que es eterno y universal. Hasta donde nos es dado saber, los gatos no se atormentan con cavilaciones sobre la condición felina ni se angustian por las penalidades que sufren los gatos de otras partes del mundo o se esfuerzan en ver la vida desde una perspectiva diferente. Sin embargo, desde los albores de nuestra historia, los seres humanos hemos venido sintiendo el irresistible impulso de concebir narraciones susceptibles de situar nuestra vida en un marco distinto y de persuadirnos de que tiene un sentido y un valor palpables —pese a todas las pruebas que se empeñan en mostrarnos deprimentemente lo contrario.
Un mito es un acontecimiento ocurrido, en cierto modo, en otro tiempo y que sin embargo sucede también una y otra vez. La mitología apunta, más allá del caótico flujo de los acontecimientos históricos, a todo cuanto hay de intemporal en la vida humana, ayudándonos a vislumbrar el estable núcleo de realidad que palpita en su interior. Por otra parte, el mito arraiga asimismo en lo que llamamos inconsciente. Los mitos son una antigua forma de psicología. Lo que hacen los pueblos al divulgar relatos de héroes que descienden al inframundo, pugnan por hallar salida a un laberinto, o traban combate con fieros monstruos, es sacar a la luz los miedos y deseos que anidan en las oscuras regiones del subconsciente, que, no resultando accesible a la pura investigación lógica, tiene no obstante un profundo efecto en nuestras experiencias y conductas. El mito no admite demostraciones fundadas en pruebas racionales. Las percepciones que transmite son de naturaleza intuitiva, similares a las de las artes plásticas y la poesía. Es más, el mito solo adquiere realidad tangible al encarnar por medio de rituales y ceremonias que ofrecen a quienes participan en ellos la posibilidad de aprehender intuitivamente el mar de fondo que mueve la vida. Mito y rito han sido tan inseparables que la determinación de su respectiva precedencia suscita serios debates eruditos: ¿qué fue primero, el relato mítico o la ritualidad asociada con él? Sin la práctica espiritual, la narración mítica carecería de sentido, tal y como ocurre con una partitura musical, que permanece opaca a la mayoría de los ojos mientras no se revele a través de la interpretación instrumental.
La comprensión mítica no responde a un método de indagación inferior que pueda desecharse en cuanto las personas alcanzan el uso de razón. El mito no es una primitiva forma de adentrarse a tientas en el análisis histórico, y no pretende esgrimir verdades objetivas. Lo que hace es más bien ayudarnos a entrever nuevas posibilidades. Por medio del arte, liberados de las limitaciones del logos, concebimos y combinamos formas de expresión inéditas que enriquecen nuestras vidas y nos indican algo importante, haciendo que nos asomemos al desconcertante rompecabezas de nuestro mundo desde una perspectiva novedosa. Por consiguiente, la verdad del mito reside en su eficacia. Los mitos llevan siglos operando. Y la razón de que hayan persistido radica en el hecho de que siempre han funcionado cuando la gente los ha traducido en acciones. Un mito es esencialmente una guía, pues nos indica lo que hemos de hacer para llevar una vida más plena y positiva. Los antiguos mitos sobre la naturaleza constituían un intento de penetrar en la realidad oculta del mundo natural para vivir con eficacia y seguridad en nuestro entorno.
Karen Amstrong, Naturaleza sagrada, Barcelona, Crítica 2022
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