De què estan fets els meus estats mentals?





El problema mente-cuerpo ha sido uno de los más importantes temas filosóficos de la historia. Tenemos una mente cuyos contenidos no parecen tener las mismas cualidades que los demás objetos físicos. Mis pensamientos no parecen ocurrir en ningún lugar concreto, no se ven ni se oyen ni se tocan, no llegan a mí a través de los órganos de los sentidos como toda la información que recibo del mundo. Mis estados mentales no parecen estar hechos de materia, no pesan, no tienen longitud… Pero si no están hechos de materia… ¿de qué van a estar hechos?

Cuando muevo mis dedos para teclear en el ordenador mi mente parece estar dando órdenes para que estos dedos se muevan adecuadamente para escribir con sentido. Se da aquí una problemática relación entre esta mente supuestamente inmaterial y mis dedos completamente materiales: ¿Cómo mi mente interactúa con mis dedos? Si todo fenómeno físico es causado por otro fenómeno físico (a esto se le llama el cierre causal de la física) … ¿Cómo mi mente puede causar movimientos en las fibras musculares de mis dedos?

A lo largo del siglo XX, con los avances en la psicología y la emergencia de las neurociencias, la perspectiva se volvió estrictamente materialista: mi mente es un fenómeno biológico tan común como la digestión o la fotosíntesis y así debería explicarse. Sin embargo, el problema no parecía solucionarse: mis pensamientos siguen sin parecerse en nada a algo material. Por mucho que comencemos a tener conocimientos acerca del funcionamiento del cerebro, no hay nada acerca de ese supuesto proceso físico que es causa (o que él mismo es, si hablamos desde un materialismo estricto o una teoría de la identidad) de los estados conscientes. Cuando escaneamos el cerebro no encontramos un único lugar que se active cuando estamos conscientes, además de que, dada la ubicuidad de la consciencia, no podemos diferenciar con claridad la parte puramente consciente de cualquier proceso mental. Por ejemplo, podemos ver qué área cerebral se activa cuando un individuo hace un cálculo matemático pero, ¿qué parte de esa activación corresponde al proceso consciente y qué parte al inconsciente? Entonces, solo tenemos vagos correlatos neuronales de la consciencia, sucesos físicos que parecen darse al mismo tiempo que los actos conscientes pero, claro está, correlación no es lo mismo que causalidad ni identidad ontológica.

Muchos han intentado resolver el problema eliminando, de alguna manera, la consciencia. Gilbert Ryle la entendió como una especie de forma de hablar errónea fruto de una grave violación de la lógica (un error categorial). Su discípulo, Daniel Dennett, lleva muchos años intentando mostrarnos que la consciencia es una especie de ficción o ilusión; o la neurocientífica Patricia Churchland, defenderá que el concepto de mente terminará por quedar obsoleto tal y como han quedado los de flogisto o éter en la física, pudiendo hablar de la mente absolutamente en términos neurológicos. Sin embargo, por el otro bando nos encontramos famosos argumentos replicando este intento: están los famosos murciélagos de Nagel, la habitación china de Searle o el experimento de la habitación de Mary de Franck Jackson. Hay propiedades fenoménicas que no hay forma de reducir al lenguaje de la ciencia ¿Quién tiene razón?

Santiago Sánchez-Migallón, El lugar de la consciencia en el universo ..., La nueva Ilustración Evolucionista, 05/11/2022

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