Democràcia i diversitat.











Solemos tratar a los miembros de nuestro grupo con mucha generosidad y altruismo, incluso con valentía. Pero no nos sentimos obligados a actuar igual con los que son ajenos al grupo. Con esos podemos ser increíblemente crueles.

Como defensores que somos de la democracia, tendemos a pensar que todos estos problemas pueden solucionarse a través de mecanismos electorales, pero lo único que logramos es exacerbarlos. En una monarquía absoluta, ni usted ni yo tendríamos el menor poder. Deberíamos confiar en que el sistema buscara una solución. Y si usted es un inmigrante y tiene más hijos que yo, y tengo la sensación de que me roba, no puedo hacer nada. Pero en una democracia construimos mayorías. Si yo solía pertenecer a una mayoría y ahora contemplo que usted forma parte de un sector que va en aumento, puedo tener miedo del futuro e intentar concentrar el poder antes de perderlo.

Debemos plantearnos qué tipo de metáfora deseamos adoptar cuando pensamos en la integración. La imagen tradicional de EE UU y de otros países ha sido la del melting pot, la olla en la que todo se mezcla. Diferentes culturas se integran en una cultura homogénea. Otros sociólogos han abrazado la idea de la salad bowl (la ensaladera), también llamada el mosaico. Comunidades que viven unas pegadas a otras, sin interactuar. Ambos modelos, en mi opinión, son erróneos. Yo propongo un tercero, que defino como el del parque público. Un lugar donde podamos juntarnos con ciudadanos diferentes y mantener una conversación. Una democracia liberal nos permite estas conexiones y, a la vez, socializar la mayor parte del tiempo con nuestra comunidad religiosa o de nuestros orígenes nacionales.

Tradicionalmente ha habido dos planteamientos. Un nacionalismo étnico, que ha justificado agresiones contra el exterior, y que rechazo. Y luego el llamado patriotismo constitucional o ciudadano. Yo me inclino más por este segundo, que suele centrarse en las leyes y derechos que nos unen. Pero creo que no es suficiente para mantener la solidaridad necesaria para sostener democracias diversas. Por eso deberíamos aspirar a un “patriotismo cultural”, que haga referencia a las ciudades, los paisajes, las vistas, los olores, los rasgos culturales, incluso la gente famosa o las estrellas de YouTube. Una celebración del presente, dinámica, cambiante, y que ya contenga las influencias de inmigrantes y grupos diversos. Un patriotismo cultural diario que nos haga perder los miedos.

Rafa de Miguel, entrevista a Yascha Mounk: "Somos tribales ....", El País  27/10/2022

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