Plaer, desig i felicitat.









Existen muchos factores que están provocando una mutación de la idea de felicidad. Uno de los más importantes es el cambio que experimentamos en la jerarquía ‘placer-deseo’. Hasta no hace mucho existía una pedagogía del placer que le daba sus propias señas de identidad porque se contextualizaba en un determinado momento, en un lugar, en unos rituales –los domingos de campo, las comidas familiares, fiestas del pueblo, tardes de piscina…–. Era algo propio que se circunscribía a nuestro entorno, un peso de la tradición. El placer que nos orientaba no precisaba de rendimiento, sino de deleite, ya fuese un placer sensorial, sexual o intelectual. El deseo solía subordinarse a los placeres y se activaba en su búsqueda. En este proceso, la repetición se percibía como un aliado.

El problema llega cuando el sistema se percata de que el placer es subjetivo e incontrolable, y que la repetición del mismo apenas es productiva. De repente, se invierte la jerarquía y se potencia al deseo por encima del placer. De cara a eliminar el estigma negativo del deseo, éste se presenta como como un hecho antropológico sinónimo de progreso que implica una voluntad de avanzar, de iniciativa, de emprendimiento. Y, por otro lado, el placer se califica desde el ángulo de lo pasivo. De este modo, el sistema, por medio de la seducción y con la ayuda del algoritmo, tiene más fácil persuadir a un sujeto que focaliza el entusiasmo y la motivación en el deseo, postergando el placer a un segundo plano. Es más sencillo y rentable marcar los focos de deseo que controlar la subjetividad del placer. Y una de las consecuencias de este proceso es que la repetición se percibe como un estigma que oprime el devenir.

José A. Cano, entrevista a José Carlos Ruiz: "Solo queremos a los otros para que validen nuestra identidad", ethic.es 01/03/2021

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