"L'educació està fallant" (Camille Plagia)



Como estudiosa de la cultura he estado discutiendo la necesidad de que en todas partes la educación tenga una perspectiva mundial. Por desgracia los temas del mundo se están incorporando a los programas de estudio a través de un modelo de víctima, de una forma simplista de ver el mundo. Todo se reduce a los poderosos contra los que no tienen poder; a los victimarios versus sus víctimas. Es una telenovela. Esta no es la manera de enseñar Historia. Es una forma muy poco precisa.

Como profesora noto que la cantidad de conocimiento riguroso que tienen los jóvenes es cada día menor. En el sistema educativo desde hace unos veinte años no existe una cronología, el orden en que ocurrieron los eventos en la Historia. No lo conocen. No saben geografía. Se les ha enseñado esta manera muy políticamente correcta de aceptar y tolerar cosas y emociones, pero no tienen datos duros. La generación más joven de Estados Unidos de hoy nunca ha experimentado algún desastre –excepto ahora con la pandemia–, nunca ha vivido una guerra. No tengo duda de que el hecho de que mi padre y mis tíos fueran a la Segunda Guerra Mundial, el trasfondo del Holocausto, de Hitler, de la Guerra Fría con la Unión Soviética, la bomba atómica, la era atómica, todo eso formó parte de mi generación. Los jóvenes estadounidenses hoy no tienen noción alguna de lo frágil que puede ser la economía, no entienden cómo funciona. Parecen creer que el sistema político puede cambiarse radicalmente y que ellos podrán seguir yendo a Starbucks a comprar un café hecho con granos que vienen de África. No tienen el menor sentido de lo que implica el sistema masivo de distribución que hace posible que lleguen hasta ellos el chocolate y todo tipo de frutas y verduras. Creen que es mágico. Desde mi punto de vista, nos dirigimos a un tipo de gobierno basado en la sensiblería. Las figuras poderosas del gobierno hacen declaraciones que están llenas de una compasión que se derrite y, mientras tanto, todas las operaciones que cohesionan al mundo son invisibles para los jóvenes. De manera que me preocupa mucho lo que considero una educación muy pobre en Historia. Antes pensaba que esto solo ocurría en Estados Unidos. Obviamente por la estupidez del comportamiento que estamos presenciando en Oxford y en Cambridge, en Inglaterra, por parte de los estudiantes que repiten los mismos tópicos de las redes sociales, creo que este es un problema público que atañe a la élite educada en muchos lugares del mundo.

Es terrible estar en esta era post-libro. Es como el telégrafo. Todo se reduce a señales diminutas. Es terrible la habilidad de dar forma a las redes sociales utilizando robots a fin de multiplicar el número de mensajes para asediar a una figura política, instituciones académicas o compañías o lo que sea. Vivimos en un periodo de histeria. Resulta difícil creer que una organización de tal poder como el Imperio romano eventualmente caería en ruinas, desaparecería por completo. Nadie que hubiera vivido en esa época habría creído jamás que Roma sería olvidada. Hace doscientos años las familias aristócratas en Inglaterra enviaban a sus hijos al Grand Tour: ir a Europa a conocer los sitios principales. Una de las grandes lecciones consistía en contemplar las ruinas de Roma: ahí estaba un gigantesco e imparable poder militar, económico y político del que nada quedaba. Está el poema de Shelley Ozymandias que mira las ruinas de una estatua egipcia. Nada queda excepto esas piedras asoladas por el viento. Tres mil años de poderío egipcio desaparecidos. Los jóvenes deben saber esto. Piensan que todo es infinitamente sencillo porque han creado un paraíso social. No saben que existen todo tipo de problemas en cualquier cultura, incluso si se está en la cúspide. Siempre he trabajado por construir un currículum en el que invariablemente comienzo por estudiar la Edad de Piedra para lentamente ver cómo se fueron construyendo las entidades políticas, las leyes, Babilonia, Asiria, Sumeria. Esta es la sustancia que necesitan aprender. Hay que sacar a los jóvenes de este mundo fácil y superficial en el que viven con la histeria de las redes sociales. Hay que rescatarlos de eso. El iPhone es en extremo seductor y adictivo.

Me preocupa que ahora nos comunicamos a través de un lenguaje acotado, no de palabras sino de abreviaturas. La lectura enriquece la mente, le da una secuencia al pensamiento y permite que sigamos un argumento de un párrafo a otro. Ese encogimiento del lenguaje también ha afectado al periodismo. Los periódicos en Estados Unidos están desapareciendo por esta rivalidad con la red en que todo se expresa en estas pequeñas explosiones de contenido. Creo que esto es algo regresivo, pésimo para el desarrollo mental y emocional. Los jóvenes están siendo incapaces de razonar, de formarse una lógica. Me preocupa que toda una generación, al menos en los países desarrollados, no tenga la habilidad de leer largas secuencias de lenguaje y seguir un argumento. Esto los coloca en el nivel más elemental. Necesitan entender qué es una voz objetiva, pero hoy se afirma que no existe la objetividad, todo está cargado políticamente, todo es sobre los poderosos que gobiernan sobre los que no tienen poder. Antes solía haber una voz objetiva que uno podía poner a prueba contra los propios pensamientos y la habilidad que uno tuviera para seguir una línea de razonamiento. Dada la dominancia del iPhone, los maestros piensan que ahora la educación debe concentrarse solo en la justicia social, en llamados al activismo social; esto me parece terrible. Esa parte de la vida de una persona debería estar separada de los estudios académicos. Esa parte que está comprometida con causas, que es política, para mí no debería formar parte de la educación. La educación consiste en entrenar la mente, introducir a los jóvenes a la enormidad de la historia del mundo, a las tragedias del esfuerzo humano.

Uno de los grandes temas de la poesía ha sido siempre la inevitabilidad de la destrucción de los logros de la humanidad y la frustración de los deseos, el sentido trágico de la vida. Esa visión de la transitoriedad de la vida la obtenían de la religión. Para eso leíamos a Sófocles, a Tucídides, pero eso se acabó. Claro que uno puede intentar lograr un cambio, pero la idea de que debemos estar llenos de resentimiento, sumergidos en teorías conspiratorias, es algo espantoso para los jóvenes. La educación les está fallando. Tenemos un desastre de proporciones gigantescas en nuestras manos. Toda su vida han estado inmersos en la red, en el iPhone, pero no tienen contenido, estructura, algún sentido de la Historia. Hoy los jóvenes creen que se puede llegar al paraíso, que el perfeccionismo es alcanzable, que la utopía puede ser real. No es así.

Laura Emilia Pacheco, entrevista a Camille Plagia; "Paglia: contemplar las ruinas", Letras Libres 01/12/2021

https://letraslibres.com/uncategorized/paglia-contemplar-las-ruinas/?fbclid=IwAR2YlRfkwOh7cNRjw0K8lqk59BJPzkvvHE_ipiiRjgQXRN9lia46EZFwwJ8

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