Schopenhauer contra la felicitat.








"La vida nunca es bella; solo son bellas sus imágenes transfiguradas en el espejo del arte o de la poesía", escribía Arthur Schopenhauer. "Sobre todo, en la juventud", matiza él mismo, "cuando aún no conocemos la vida". Esos oasis que tenían que ver con el arte eran, desde el prisma del filósofo, los únicos bálsamos con los que lograr "el sosiego del corazón". Pero, en palabras de Carlos Javier González Serrano, el pesimismo de Schopenhauer es redentor y se fundamenta, entre otras máximas, en eliminar el objetivo de la felicidad –"Ese gran error", según Schopenhauer– para entender la vida como una larga ensoñación de la que despertar con la muerte, pensamiento que lo enlaza mucho más con su admirado Calderón de la Barca, que a la religión. La conexión de Schopenhauer con el Siglo de Oro español es estrecha. Por encima de todos, eso sí, se sintió atraído por Baltasar Gracián, cuya traducción al alemán es la que se utiliza todavía hoy en el país germano. Schopenhauer entendió la filosofía como la ascensión a un puerto alpino, con todo el esfuerzo que ello conlleva, pero con la recompensa de, una vez en la cima, poder ver el mundo desde una perspectiva privilegiada. "De algún modo", reflexiona González Serrano, "Schopenhauer actuó acorde con sus planteamientos filosóficos". Vivió solo los últimos treinta años de su vida, con la única compañía de un perro de lanas de nombre Atma –’alma del mundo’ para los hindúes– y al que, cuando se enfadaba, llamaba ‘ser humano’. "Lo cierto es que, en los últimos diez años de su vida, logró, de algún modo, lo que él llamó el sosiego del corazón y que sería lo más parecido a la felicidad que podría asumirse", señala el profesor. Consiguió un reconocimiento que había ansiado desde mucho tiempo atrás. "Cuentan sus biógrafos", concluye, "que, cuando murió, su ama de llaves lo encontró con una extraña sonrisa esbozada en los labios", como habiendo salido airoso de un mundo que entendió, ya en su apacible y cómoda juventud, dominado por el mal.

Samuel Martínez, Arthur antes de Schopenhauer, el joven que declaró la guerra a la felicidad, eldiario.es 20/03/2021

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