Què fem davant de l'allau de dades?



¿Cómo nos enfrentamos al hecho de la profusión informativa? Ya se ha sugerido: cuando disponemos de un exceso de información, abstraemos y simplificamos. Pero también, como nos ha enseñado Herbert Simon, buscamos combinar lo satisfactorio con lo suficiente. Esto es: limitamos la información que consumimos, convenciéndonos de que es la única que necesitamos para comprender, decidir u opinar. ¿Menos es más? No exactamente: poco suele ser suficiente. Si no nos sentimos abrumados, pues, es porque somos muy buenos siendo «selectivamente desatentos». Se trata de un imperativo «económico»: revisar la información disponible demanda tiempo. Giovanni Sartori solía insistir en este punto: como ese tiempo no se dedica a otras cosas, tiene un coste de oportunidad. Por añadidura, esta tarea se verá dificultada si la información no se encuentra estructurada, y al revés: cuanto más ordenada se nos presente, más fácil nos resultará extraer la más relevante. He ahí una razón por la cual las grandes cabeceras tradicionales resisten como destacadas proveedoras de información: al estructurar y ordenar, nos ahorran un coste. Además, poseen una credibilidad adicional que nos evita hacer el esfuerzo adicional de separar lo relevante de lo trivial, ¡o lo falso!

Manuel Arias Maldonado, La era de la profusión informativa, Revista de Libros 7/11/2018

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