Les màquines que corregeixen els homes.




La técnica está avanzando sobre nuestras decisiones —en todos los campos. Es aquello de que los gigantes de la Red, sin ir más lejos, empiezan a saber sobre nosotros más que nosotros mismos y nos dicen qué deberíamos hacer, leer, mirar, comer, comprar. O el reputado VAR, que demuestra cada domingo en millones de pantallas que los hombres —los árbitros, una especie particular de hombres— se equivocan mucho pero la máquina sabe corregirlos.

A eso vendrían los coches realmente automóviles. Rodearse de una tonelada de plástico y metal para ir a trabajar cada mañana es un fracaso civilizatorio —y si esa tonelada mata, el fracaso es ultraje. En lugar de solucionarlo de otros modos, las grandes automotrices empiezan a prometer coches que se manejarán solos, es decir: que no nos permitirán hacerlo mal. Dicen que sabrán conducirse y así salvarán muchas vidas —en los países y sectores que puedan pagarlos. Quizá sea cierto. Quizá sea verdad que no hay nada tan peligroso como los hombres —y se pueda desactivarlos poco a poco. Quizá, como también se dice, nos vayamos volviendo innecesarios. Quién pudiera imaginar cómo contarán, entonces, las máquinas su historia. O, mejor: de qué se quejarán. 

Martín Caparrós, Esperando a las máquinas, El País semanal 4/11/2018

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