No acceptar la injustícia de l'atzar.




Por supuesto, no creo ni en mi tibia indignación ni en los tópicos insustanciales sobre integración, límites y medidas razonables. No. Ni por un momento. Esa es la nana que arrulla mi sopor de ciudadano europeo. Tengo derecho a vivir tranquilo, ¿no?

Lo incómodo es pensar en el asunto. ¿Qué haría yo si fuera el otro? Resulta evidente que estoy de este lado, el lado confortable, por la simple razón de haber nacido aquí. Cuesta atribuirse mérito alguno en este hecho tan decisivo. Si hubiera nacido allí, ¿qué sentiría?, ¿qué haría?

Creo que sería una persona furiosa y creo que jamás podría aceptar la injusticia del azar: nacer pobre en un país pobre. Creo que no confiaría ni por un minuto en el milagro estadístico, ese que convierte en ciudadano próspero a quien nació sin apenas perspectivas y que esgrimimos como prueba de que quien quiere, puede: falso. Creo que sentiría la necesidad de cobrarme algún tipo de venganza. Creo que querría incendiarlo todo. Y creo que estaría justificado.

Supongo que no ardemos todos porque ellos son mejores que los bobos indignados como yo.

Enric González, Nadie merece nada, El País 4/11/2018

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