La inevitabilitat de la filosofia.
La filosofía es la herramienta para introducir preguntas en las actividades humanas, para cuestionar los prejuicios y los lugares comunes.
Vivimos en un momento complicado, presidido por la incertidumbre, la falta de seguridades y los nuevos riesgos. Las tecnologías modernas constituyen sistemas complejos con una diversidad de actores y que tienen, por tanto, consecuencias imprevisibles. La magnitud de los daños potenciales es ilimitada y hasta catastrófica, ya que pueden poner en peligro la posibilidad de vida en el planeta.
Pero la incertidumbre no es únicamente un problema a superar, también es una fuente esencial de oportunidad, descubrimiento y creatividad. Se trata de un ingrediente esencial de la vida. Ambos casos, incertidumbre y riesgo, no se pueden plantear estrictamente como cuestiones científicas (lo que sabemos o no sabemos) sino también como cuestiones de preferencia, cultura y valores (lo que se debería o no debería hacer). Se trata, por tanto, de inevitables asuntos filosóficos.
Nadie alcanza a poseer la verdad sobre el mundo y mucho menos toda la verdad. Pero debemos buscarla para conjurar el mal de la falsedad. Quizá yo no tenga razón y la tengas tú; quizá podamos estar equivocados los dos pero, en cualquier caso, hemos de ponderar nuestras razones, como en esa “balanza de la razón” a la que se refería G.W. Leibniz.
La filosofía es una práctica de vida que nos dice cómo vivir, pensar o actuar, analizando para entender y luego decidir. La esencia de la filosofía está en el análisis conceptual y la deliberación. Es un ejercicio de reflexión, privada y pública, que tiene un efecto transformador sobre las opiniones, las actitudes y las leyes. Precisamente, la dimensión pública de la filosofía favorece la participación y la interdisciplinariedad, a través de la divulgación, la información y la transparencia.
Así, la filosofía también se ha manchado las manos, propiciando espacios y mecanismos de gobernanza en la esfera pública como los comités de ética, los foros de participación, las comunidades extendidas de evaluadores, las comisiones de consenso, etc., introduciendo reflexividad en infinidad de contextos y actividades de la vida cotidiana.
Parafraseando a Jane Austen, la filosofía nos exige sentido y sensibilidad. Sensibilidad para captar y atender a una realidad plural, compleja, contingente y abierta. Sentido para preguntarse por ella y para pensarla, con modestia, pues, como decía Voltaire, el único remedio para curar esa enfermedad epidémica del fanatismo es el espíritu filosófico.
Txetxu Ausín, La filosofía no es útil ni inútil: es inevitable, The Conversation 21/10/2018
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