El laboratori de l'historiador de les idees.
Johann Georg Hamann |
En cierto sentido, los “casos” de Berlin en la historia de las ideas están más cerca en el espíritu a las ciencias modernas que mucho de lo que hoy en día pasa por filosofía. Los científicos son empiristas. Si se les pregunta si un artilugio mecánico se partirá bajo condiciones de congelación, su primer instinto es meterlo en un cubo de hielo y ver qué pasa. La biografía y la historia son para el historiador de las ideas atraído por la filosofía lo que los laboratorios son para los científicos (aunque no se puede hacer nada para que la historia se repita). Uno puede sentarse en la mesa de un seminario y tratar de comprender las verdaderas condiciones de una afirmación y las inferencias que pueden razonablemente extraerse de ella. Uno también puede observar las inferencias que la gente ha extraído de ella en distintas circunstancias, lo que pensó que implicaba y qué le inspiró a hacer. Este ejercicio puede revelar intrigantes posibilidades intelectuales que los miembros del seminario tal vez ignoren.
Un ejemplo. Cuando era joven y vivía solo en Londres, Hamann tuvo una crisis religiosa después de la cual se volvió violentamente contra la Aufklärer alemana, incluido su viejo amigo Immanuel Kant. Pero en ese viaje también descubrió el escepticismo de Hume y se convirtió en uno de sus principales valedores en Alemania. Esto puede parecer sorprendente. Después de todo, los argumentos de Hume sobre la incapacidad de la razón para discernir la causa del efecto tenían por fin socavar las afirmaciones de la religión y la realidad de los milagros en particular. Con todo, Hamann sostenía que, al negar a la religión el apoyo de la razón, Hume la había protegido además del escrutinio racional y había dejado el campo abierto a la fe. En una carta a Kant señaló ingeniosamente que “el filósofo ático, Hume, necesita la fe si desea comerse un huevo y beberse un vaso de agua”. Esta visión idiosincrásica del escepticismo moderno revela una genuina debilidad que Kant advirtió inmediatamente: podría sancionar el irracionalismo. El reto planteado por el amargo y oscuro Hamann fue lo que le puso en el camino de la Crítica de la razón pura.
Mark Lilla, Isaiah Berlin contra la corriente, Letras Libres 14/01/2014
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