Heidegger i el concepte d'historicitat.
Heidegger |
Nicolás González Varela: Gracias Salvador por tus palabras. Efectivamente los SH,
literalmente “Cuadernos Negros” por su tipo de encuadernación,
consisten en 33 cuadernos, que comienzan a inicios de los 1930’s y
finalizan poco antes de su muerte en 1975, cuyos contenidos la editorial
define en tono márketing-filosófico de la siguiente manera: “habría
escrito en ellos ideas y experiencias importantes de los esfuerzos de su
pensamiento a lo largo de más de cuatro décadas”; de estos 33
originales faltan dos: Überlegungen I (von 1931/32) y Anmerkungen I
(von 1945/46), que se han extraviado. Heidegger dejó la expresa orden
de que se publicaran al final de sus llamadas “obras completas”, sus
polémicas Gesamtausgabe. Lo que es más preocupante todavía: según
su albacea testamentario, su hijo Hermann, planificó “coronar” sus
obras con estos textos antisemitas y plenos de una Weltanschauung nacionalsocialista. Se trata de un Nachlass
inesperado, inédito y que exhibe sin pudor al Heidegger secreto,
esotérico… Todavía sabemos poco de ellos, salvo lo que ha circulado en
Francia gracias al editor Peter Trawny que alarmado hizo circular
fotocopias de los manuscritos entre sus colegas, y fueron leídas en la
radio, en el programa “France-Culture”. La editorial anuncia la
aparición de dos volúmenes, alrededor de 1.200 páginas, en marzo de
2014.
Abres tu escrito describiendo una fotografía que se tomó en un acto central en el Alberthalle de Leipzig. La ocasión,
señalas, era un rally de intelectuales y científicos nacionalsocialistas
por Alemania, “bautizado como “Manifestación de la Ciencia Alemana”,
con el fin de apoyar la decisión del Führer de abandonar la Sociedad de
las Naciones”. ¿Qué era, qué es eso de la Ciencia Alemana? ¿Heidegger
era partidario de ella?
La foto tiene su propia historia
interna. La política de rearme planeada por Hitler debía evitar un
ataque preventivo de sus vecinos más belicosos, Francia y Polonia, y
esta idea conformó la conducta de la representación de Alemania en la
conferencia de desarme de Ginebra, que estaba en pleno proceso cuando
Hitler fue nombrado canciller en enero de 1933. Hitler detestaba la
participación alemana en ese foro tanto como la pertenencia de este país
a la Sociedad de las Naciones, las Naciones Unidas de la época,
establecida después de la Gran Guerra para mantener la paz mundial. Al
no tener armas por el Tratado de Versailles o bien se permitía que el
Reich se rearmase hasta un grado adecuado de autodefensa, o bien Francia
y Gran Bretaña reducían su potencia militar hasta el nivel de Alemania.
Al negarse Inglaterra (para apoyar la intransigencia de Francia) Hitler
tuvo la excusa perfecta que necesitaba. Era el momento oportuno para
dejar la Liga en unas condiciones en las que parecía que la parte
“agraviada” era la Alemania desarmada. La ventaja propagandística,
especialmente en el interior del país acentuada por el clima de terror
político y control unipartidista, la famosa Gleichhaltung
(Nivelación), era una oportunidad plebiscitaria demasiado buena para
desaprovecharla. En octubre de 1933 ordenó a su delegación abandonar la
conferencia y al mismo tiempo, anunció la retirada de Alemania de la
Sociedad de las Naciones.
Japón ya la había abandonado…
Exacto.
El Japón militarista y racista ya la había abandonado a principio del
mismo año. La URSS de Stalin también. Inmediatamente disolvió el Reichstag, prohibió los partidos políticos y anunció la celebración en noviembre de un referéndum nacional ex post facto
para que el pueblo alemán manifestara su adhesión a las medidas de
octubre, en palabras del propio Hitler “pido al Pueblo alemán que se
identifique con la política de paz del gobierno del IIIº Reich a través
de un plebiscito. Con estas medidas privamos al mundo de la posibilidad
de acusar a Alemania de una política agresiva. Este procedimiento
proporciona también la posibilidad de atraer la atención del mundo de
una forma completamente nueva.” El 12 de noviembre de 1933, un día
después de la fecha de rendición del Ejército Alemán en 1918 y jornada
de luto para la memoria de todos los alemanes, Hitler convocó a un
plebiscito por su política exterior y, al mismo tiempo elecciones para
las bancas en el Reichstag con lista única del NSDAP, que logró el 92,1%
de los votos (661 bancas). La retirada de la Liga de las Naciones
obtuvo un 95,1% de los votos. El índice de rechazo (voto negativo y
abstención) fue en algunos casos notables (en ciudades “rojas” como
Hamburgo o Berlín) pero en general fue un triunfo por aclamación
plebiscitaria y el nacimiento de Hitler como caudillo natural, gran e
infalible Führer. La tendenciosa pregunta en la papeleta, con
estilo pomposo, era la siguiente: “¿Apruebas tú, alemán, y tú, alemana,
esta política de tu gobierno del Reich y estás dispuesto a declarar que
es la expresión de tu propia opinión y de tu voluntad y le prestas
solemnemente tu apoyo leal?” La mala fe del régimen no era tan
sofisticada y profesional como lo sería en los plebiscitos de 1936 y
1938 pero no estaba ausente. La manipulación y el engaño fueron
generalizados.
El secreto del voto no estaba garantizado, además, según tú mismo has comentado.
No, no lo estaba. Después de estas pseudoelecciones se inauguró una
nueva cámara legislativa monopartidista, integrada exclusivamente por
miembros del NSDAP, con la única misión de aprobar unánimemente
resoluciones y decretos del Führer. Este acto de apoyo al SS-Staat
(en realidad Heidegger participó en tres) consistía en el soporte de
los “científicos alemanes más destacados”, no se aceptaban “no-arios” ni
“gente de color” (sic), a la política interna y externa de Hitler.
Estos discursos fueron pronunciados por Heidegger en días sucesivos
dentro del apoyo militante al pseudoplebiscito de Hitler. El primero
dirigido a los estudiantes, el segundo apelando al pueblo alemán y el
último al cuerpo de docentes y profesores. El Gauobmann
(gobernador en la jerga nazi) de Sajonia, el SA Göpfert, de quién partió
la iniciativa, apoyó además la publicación de un ostentoso libro con la
totalidad de los discursos pronunciados en Leipzig. La obra tendría una
introducción, un Vorrede titulado “Llamamiento a todos los
hombres cultos del Mundo”, manifiesto colectivo aprobado en el mitin,
destinado a todos los gobiernos e instituciones educativas extranjeras y
hombres de ciencia eminentes. Se había pensado en una edición de lujo in octavo, que debía ser pagada con fondos del partido nazi y contribuciones de cada universidad. El Rektor
Heidegger, sin pérdida de tiempo, envío una carta personal el 13 de
diciembre de 1933 a los restantes decanos pidiéndoles el urgente apoyo
económico: “Debe ser conservado en la memoria [el libro] como un hito en
la historia de la ciencia alemana y su significación debe ponerse al
servicio de la política exterior de Hitler”. Heidegger, al parecer
informado hasta en los detalles íntimos del proyecto, informa a los
decanos que el proyecto editorial contempla la publicación además de en
alemán en otras lenguas: inglés, francés, italiano y español, y agrega
que debe testimoniar la voluntad monolítica de toda la ciencia del
Reich. Pide además que el manifiesto introductorio sea firmado por la
mayor cantidad posible de académicos y científicos: “Para evitar que en
el extranjero se piense que las firmas han sido falsificadas, cada
volumen deberá llevar el facsímil de las firmas originales”. Para cubrir
los gastos de papel, impresión y distribución (unos diez mil
reichsmarks de la época) Heidegger sugiere contribuciones individuales
de los profesores y que cada universidad contribuya proporcionalmente
según su prestigio. La carta de Heidegger concluye con la siguiente
frase ignominiosa: “Resulta, por cierto, superfluo recomendar que en la
página destinada a las firmas no figure ningún no-ario
(“Nichtarier”). La publicación se llevó a cabo y más de mil docentes e
investigadores académicos alemanes puramente arios participaron de la
suscripción propuesta por Heidegger. El discurso de ocasión de
Heidegger, titulado “¡Docentes Alemanes y Camaradas! Declaración de
apoyo a Adolf Hitler y al Estado Nacional Socialista”, del 11 de
noviembre de 1933 lo he traducido al español, puede leerse on-line en
Rebelión. Como curiosidad, en los textos Heidegger, obsesivo en lo
lexicográfico y semántico, siempre coloca destacada en itálica, la
cópula del verbo “ser” cuando se refiere al Führer Adolf Hitler…
¡Qué cosas que cuentas! Doy la referencia del discurso [2]. El filósofo
más influyente del siglo XX en Occidente, o uno de los más influyentes
cuanto menos, era un nazi típico se ha señalado en repetidas ocasiones.
Conjeturo tus respuesta pero te pregunto sobre ello: ¿lo era en tu
opinión?
Heidegger fue catalogado como “Nazi typique”,
tal la conclusión lógica y objetiva a la que llegaron las fuerzas de
ocupación francesas en Freiburg cuando “desnazificaron” la universidad
después de 1945. Durante la Épuration , que estuvo a punto de
confiscarle su casa (considerada como un edificio del NSDAP) y su amada
biblioteca, Heidegger bajo juramento declaró que negaba “la base
espiritual y metafísica del Biologismo de la doctrina del partido”
porque “lo social y nacional no estaban vinculados esencialmente con la
Concepción del Mundo biológica y racial”, aunque había apoyado a Hitler
“porque era la única y suprema posibilidad de evitar el avance del
Comunismo”. La filosofía de Heidegger por supuesto no se reduce ad Hitlerium,
es un pensador demasiado complejo, creativo y sofisticado como para
mecánicamente asimilarlo sin más a la ideología NS, pero sí tiene puntos
de contactos vitales y afinidades electivas con el Mainstream
ideológico völkische, popular-racial de la nueva derecha alemana. Heidegger no tiene una marginalen Stellen
con el Totalitarismo nazi sino una relación nuclear y necesaria. La
relación de Heidegger con el partido nazi está bien testimoniada y era
notoria a mediados de los años 1920’s. A modo de ejemplo: el poeta
residente en Badenweiler, René Schikele, anota en su diario personal el 2
de agosto de 1932: “...en los círculos universitarios de Freiburg se
cuenta que Heidegger ya sólo se relaciona con los
nacionalsocialistas...”; el mismo Jaspers anota en notas póstumas
semejantes rumores. El gran filósofo Edmund Husserl, maestro y padrino
en su carrerismo académico, señalaba las tendencias políticas evidentes
de Heidegger hacia el nacionalsocialismo, en fechas tan tempranas como
1929, así como de su antisemitismo furioso. En el famoso debate con el
neokantiano judío Cassirer en Davos en 1929, Toni, la esposa del
filósofo, recuerda en sus memorias quedar sorprendida por el rampante
radicalismo de derecha y el antisemitismo de Heidegger. Los contactos de
Heidegger con el NSDAP se ligaban a su relación con la “NsDStB”, la Nationalsozialistischer Deutscher StudentenBund,
asociación de estudiantes nazis, encuadradas en las SA, y su estrecha
amistad con su líder regional, Gerhard Kruger, por lo menos desde 1931.
Heidegger también confesó haber leído Mein Kampf de Hitler…
Sabemos de su correspondencia con su esposa (Elfride fue un cuadro
político nacionalsocialista) que leía diariamente el órgano de prensa
del NSDAP, el Völkischer Beobachter, dirigido por Alfred Rosenberg, cuyo motto
era “Kampfblatt der nationalsozialistischen Bewegung Großdeutschlands”
(Diario de combate del Movimiento Nacionalsocialista de la Gran
Alemania) o que ya en 1932 votó las listas nacionalsocialistas. No es
casualidad la referencia misteriosa de Heidegger a las características
de semidiós olímpico del Führer. En estos textos (sus discursos
públicos), y contra la hermenéutica de la inocencia que practican los
heideggerianos, Heidegger utiliza toda la analítica existencial de su
obra magna, Ser y Tiempo (1927), en especial la desarrollada a
partir del capítulo V, “Temporalidad e Historicidad” y en particular el
parágrafo 74, “La constitución fundamental de la historicidad” y el
parágrafo 77 sobre el problema de la Historicidad. No es ningún
hallazgo…
¿No lo es? ¿Por qué?
Heidegger mismo le
había confesado a su ex alumno y ayudante, el filósofo Karl Löwith, que
su compromiso político con el Nacionalsocialismo se encontraba “en su
concepto de Historicidad”. La cuestión es triple: por un lado Heidegger
ya tenía una filosofía política in nuce, orientada hacia los
grandes ejes ideológicos de la nueva derecha alemana y europea
(Conservadores-revolucionarios; Nacionalsocialistas, movimiento Völkisch); por el otro, en su obra Sein und Zeit se encuentra, en potencia, in pectore,
las premisas de su compromiso político abierto y militante de 1933; en
tercer lugar, Heidegger de alguna manera introduce su filosofía práctica
en la gran corriente ideológica del Nacionalsocialismo, le hace
“coincidir” en una nueva síntesis que intentará competir con otros
filósofos oficiales del IIIº Reich, mucho más mediocres como Hayse (por
cierto un epígono de sus ideas), Krieck o Baeumler. Esto es bien visible
en el “uso” de palabras-hongo de la ideología nazi, como “Decisión”,
“Racial-Popular”, “Comunidad Racial-Popular” o “Principio del Caudillo”.
Heidegger creía fanáticamente en una reconstrucción, según el modelo
griego, de la Volksgemeinschaft, la antigua vida comunitaria
germánica, reconstituida sobre la base de una religión “Sangre y Tierra”
estética. El uso no inocente de términos como Blut, Boden, Volksgemeinschaft, Weltjudentum, Führer, Gefolgschaft,
fulgurando desde faros filosóficos, es suficiente constancia no sólo de
su adhesión leal y militante, sino de una aceptación al sustrato
racista-biológico del NSDAP. Por supuesto: esto último era negado a
rajatabla por Heidegger y por supuesto por el Heideggériannisme. Y entonces aparecen los “Schwartzen Hefte”…
Los Cuadernos Negros… Citas en tu escrito un paso muy transitado, lo
explicado por Jaspers en sus Memorias: “En mayo de 1933… le dije: ¿Cómo
puede gobernar a Alemania un hombre inculto como Hitler? ‘La educación
es algo totalmente indiferente’–, me respondió Heidegger: ‘¡Vea usted
sus maravillosas manos!’”. ¿Tuvo Herr Heidegger un mal momento? ¿Le
quiso tomar el pelo a un Jaspers entregado? ¿Se las daba de profundo y
original? ¿Estaba de atar y no soltar rápidamente?
No se
trataba de una ironía. En absoluto. Es una proposición insólita, bizarra
pero filosófica. Ya en su libro sobre Kant (1954) Heidegger le confiere
a la intuición un papel fundamental, juzgándola como el origen de todo
conocimiento. La dualidad intuición-concepto, debida a la finitud del
“Dasein” y a su necesidad de recurrir a los conceptos para conocer,
sería secundaria y provendría de una identidad originaria en la
proyección de un mundo: “En la medida en que la intuición sea la que
dirija todo conocimiento, se obtiene una de las partes necesarias para
la solución del problema general de la filosofía trascendental u
ontología...”. También tiene que ver con la propia filosofía de
Heidegger y su idea de la “phrónesis” de Aristóteles. “Phrónesis”, el
concepto fundamental de la filosofía práctica de Aristóteles, significa
el actuar racional que tiene que ver con algo que escapa al
“estar-dado-de-antemano” de los fines técnicos y a los medios para su
realización, y que sólo tiene eficacia en un ámbito inaccesible al mero
saber de la “bios theorikós”. Aristóteles tiene como premisa al hombre
libre, que posee en acto la intelección práctica, el “phrónimos”. Su pathos anti-Ilustrado
y anti-Modernista lo venía desarrollando a través de los 1920’s, y
Heidegger dirá que yo puedo ver al ser del hombre siendo (“Seiendes”) en
bruto auténticamente sólo y de manera exclusiva cuando yo “veo” en su
historia (“Geschichte”). En tanto y en cuanto ubicada en el contexto de
la Historia, sin embargo, la “phrónesis” es fundamentalmente
transfigurada, decidiendo, no por la luz de la razón, sino por la
“iluminación” del mismo tiempo. De este modo la “Lichtung”, el
despejamiento, reemplaza al “nous” como otro modo de fabricación de
virtudes dianéticas. La decisión por la razón práctica del hombre se
convierte en decisión por algún tipo de aproximación a una inspiración
en el momento histórico, el kairós, de origen místico-mesiánico. Un
semidios como Hitler no puede ser juzgado cartesianamente, con
predicados normales, con modos y atributos racionalistas, con
proposiciones derivadas de las ciencias físico-matemáticas, sino a
través de la intuición, el Augenblick de la visión “phronética”
es el que nos provee de la respuesta a la cuestión de lo que uno puede y
debe hacer, de la decisión. Heidegger dirá que desde su punto de vista,
el momento o instante (“Augenblick”) no es otra cosa que la mirada o
contemplación, el Blick de la resolución, en la cual una
situación plena de acciones abiertas en sí mismas son poseídas, en ese
mismo estado de apertura. Este es el verdadero instante “phronético”
que, en una estado de apertura fundamental, posibilita la opción de una
auténtica existencia del “Dasein”. En el instante, en el “Augenblick” de
la visión que permite la “phrónesis”, es a través de la cual puede ser
posible la transformación radical y epocal del “Dasein”. Y esta relación
con el mundo y su entorno es de característica única y extraordinaria.
Cada decisión, cada “Entscheidung” se encuentra colocada en un contexto
particular y siempre está determinada, no tanto por una serie de
antecedentes causales suficientes, por una cadena de causa y efecto,
sino por una evaluación que el futuro guarda en su seno, de las
posibilidades que están siendo abiertas en el “Augenblick” de la visión
“phronética”. En lo que respecta a esta conformación del “Augenblick”,
el carácter cuasi-místico del momento “phronético”, se asemeja mucho más
a una experiencia de conversión religiosa, a una suerte de “insight”
trascendental que a un juicio deliberativo en el sentido de como lo
entendía Aristóteles. El racionalismo de la Modernidad impide “ver” el
Ser a través de las manos del Führer. Por eso la estupefacción
(incomprensión) de Jaspers…
¿Por qué se ha tratado de negar,
dificultar o minimizar todo lo posible e imposible los rastros de su
compromiso político con el nacionalsocialismo? Michael Dummett, por
ejemplo, descubrió el pangermanismo ultraconservador de Frege (que le
hirió hasta el fondo de su alma) y no lo ocultó, en absoluto, y Dummett,
lo recuerdo innecesariamente, fue autor del más grande estudio
realizado hasta el momento sobre la obra del gran lógico y filósofo
alemán.
Quizá sería parecido el proceso de la hermenéutica de
la inocencia en sus discípulos si Frege fuera el fundamento de toda una
corriente ideológica como el Posmodernismo, fundamental en los procesos
de legitimación y en la reproducción ampliada del capitalismo tardío. O
si Frege, en lugar de dedicarse a la lógica matemática y simbólica,
parcialmente neutra e inmune a la contaminación “espiritual” (por su
propio vacío de contenido, por sus tautologías), hubiera practicado
filosofía sin más. Si no me equivoco Frege fue no solo un pangermanista,
sino militarista, antisemita, protofascista (en su diario escribió su
admiración por el reaccionario general Ludendorff y por un entonces
joven Hitler)… creo que algunos dedujeron una alteración psíquica grave,
paranoia…
No, no te equivocas en lo señalado sobre Frege.
Haces referencia al libro de Farías y hablas de sus desméritos. “Que
tiene muchos” afirmas. Nos ilustras sobre esto último.
El
“Fall-Heidegger” tuvo varias estaciones polémicas a partir de 1945. Lo
que yo considero la cuarta ola de la controversia que se inician con las
sucesivas y decisivas pesquisas debidas al historiador local friburgués
Hugo Ott en 1983 (por cierto su libro está en español)
En Alianza si no recuerdo mal. Fue editado a principios de los noventa.
Sí, creo que sí. Y está también el conocido libro de Victor Farías de
1987 que señalas. Farías no podría existir sin Ott (y sin Schneeberger).
Aunque hay que reconocer que fue gracias a la ruptura del libro de
Farías, que incorporó e hizo masivas las revelaciones terminantes de
Ott. Hasta ese momento solo habían aparecido publicadas en revistas
institucionales y boletines locales de Freiburg, y por lo tanto
inaccesibles para el lector profano; sería por medio de su trabajo
archivista incansable que, por primera vez desde 1945, en el
“Fall-Heidegger”, la cantidad de hechos, datos e informaciones se
trastocarían en calidad. Este hecho dio como resultado que el carácter
de la dedicación y el compromiso político total de Heidegger con el
NSDAP primero, y con el NS-Staat después, se transformará en un
hecho incontrastable, indiscutible y premisa de cualquier debate serio
sobre el caso. La incompleta fuente de datos sobre el período 1930-1945
en la vida de Heidegger, muchas veces planificada, había permitido,
antes del “corte epistemológico” de Ott, tanto a la hagiografía
heideggeriana como al mismo Heidegger, salvar decorosamente la ropa
sucia de su reputación profesional y clausurar todo intento de
interconectar su filosofía con la política nacionalsocialista ¡durante
casi 30 años! La defensa del Meister sólo repetía, con
variaciones personales, las muletillas, las deformaciones y las pequeñas
omisiones del canon establecido por Heidegger ya en su descargo al
comité antinazi en 1945, repetido en el famoso “interview” póstumo de
1976 en la revista Der Spiegel. Se podría decir, sin exagerar,
que es a partir de Ott (y una serie de valiosos historiadores locales), y
gracias su divulgación masiva vía Farías, que en el debate sobre el
compromiso y la profundidad de la relación entre Heidegger y el NSDAP,
se ha abierto paso la más importante cuestión filosófica: de cómo y de
cuánto está implicada la Ontología heideggeriana en la decisión política
resuelta por el Nacionalsocialismo. El problema de Farías, en esto me
hace recordar al caso de Lukács con Nietzsche, es que es muy extrínseco a
la filosofía de Heidegger, su Kritik no toca la médula
ideológica, no demuestra el nexo necesario y la razón suficiente entre
la analítica heideggeriana y la corriente de las SA en el NSDAP.
Esa sería tu crítica principal…
Farías no devela la relación esencial, tanto en el fundamento como en lo fundado, entre la Weltanschauung SA
(básicamente un cuerpo paramilitar compuesto de parados y proletarios),
diríamos su “StrasserismusIdeologie”, y la filosofía práctica
heideggeriana. Desde Hegel y Marx el trabajo de la Kritik materialista
debe recorrer necesariamente el camino de lo criticado, entenderlo como
verdadero, no colocarse como un mero “opuesto”. Si lo hacemos, nos
colocamos desde un punto de vista unilateral; la refutación no debe
proceder desde fuera del sistema a abordar, no debe partir de
suposiciones, incluso aunque sean brillantes, que se hallan fuera de
aquel y a las que no le corresponde, porque entonces el “defecto” será
solamente el defecto para quien parte de las necesidades y exigencias
que se fundan sobre aquellas suposiciones. El valor de la refutación
extrínseca se funda entonces en mantener por su cuenta, rígidas y
firmes, las formas supuestas de las suposiciones del crítico. La
verdadera refutación materialista tiene que penetrar en la fuerza del
adversario y colocarse en el ámbito de su vigor. Por eso Heidegger no es
“refutado”, no es asumido y superado, por eso subsiste en su
esencialidad en el corazón posmoderno. Para Farías, desde la primera
página, Heidegger sería, sin más, un SA, un camisa parda simple y llano,
un pequeño burgués de provincia radicalizado, seguidor de Röhm, del
“ala izquierda” del Nazismo, que a partir de 1934, luego de la purga en
la “Noche de los Cuchillos Largos”, perdió su lugar dentro del
movimiento. Pero al finalizar su crítica no queda clara la necesidad
entre el fundamento de la filosofía de Heidegger y el condicionamiento
de la ideología de las SA. Por cierto, Farías termina sosteniendo la
tesis de los “amigos” de Heidegger que declararon a su favor en 1945 y
afirmaban la misma opinión.
A ver, a ver, te pregunto sobre esto último más tarde. Lo que cuentas es apasionante. Continuamos con ello.
¿Te parece?
Me parece.
Salvador López Arnal, Entrevista a Nicolás Gonzálñez Varela, Sobre Martin Heidegger y el bazismo (I), Rebelión, 28/01, 2014
Notas.
Salvador López Arnal es nieto del cenetista asesinado en mayo de 1939 –delito: “rebelión militar”-: José Arnal Cerezuela.
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