Ceguesa davant el passat.
Consideremos el siguiente experimento del pensamiento que
he tomado prestado de mis amigos Aaron Brown y Paul Wilmott:
Operación 1 (el cubito que se derrite): imaginemos un cubito de hielo y pensemos cómo se puede derretir en las próximas dos horas, mientras juagamos un par de rondas de póquer con los amigos. Intentemos imaginar la forma del charco resultante.Operación 2 (¿de dónde salió el agua?): imaginemos un charco de agua en el suelo. A continuación, intentemos reconstruir en nuestra mente la forma del cubito de hielo que en cierto momento pudo ser. Pensemos que es posible que el charco no proceda de un cubito de hielo.La segunda operación es más difícil. (…)
La diferencia entre los dos procesos está en lo
siguiente. Si disponemos de los modelos correctos (y de un poco de tiempo, y
siempre que no tengamos nada más que hacer), podemos predecir con gran
precisión que el cubito se va a derretir (se trata de un problema específico de
ingeniería sin complejidad alguna…). Sin embargo, a partir del charco de agua
se pueden construir infinitos cubitos posibles, si es que realmente hubo ahí un
cubito de hielo. Al primer sentido, del cubito al charco, lo llamamos el proceso hacia delante. El segundo, el proceso hacia atrás, es muchísimo más
complicado. El proceso hacia delante se usa generalmente en física e
ingeniería; el proceso hacia atrás, en los planteamientos históricos, no
repetibles y no experimentales.
En cierto sentido, las limitaciones que nos impiden
desfreír un huevo también impiden la historia de la ingeniería inversa.
Ahora bien, vamos a aumentar un poco la complejidad de
ambos problemas dando por supuesta la no linealidad. Tomemos el paradigma que
se suele llamar “la mariposa de la India” del descubrimiento de Edward Lorenz
(…): un pequeño input en un sistema
complejo puede provocar grandes resultados no aleatorios, dependiendo de unas
condiciones muy especiales. Una sola mariposa que bata sus alas en Nueva Delhi
podría ser la causa segura de un
huracán en Carolina del Norte, aunque quizás el huracán no se desate hasta un
par de años después. Sin embargo, a
partir de la observación de un huracán en Carolina del Norte es dudoso que
podamos concebir las causas con alguna precisión: hay miles de billones de
seres minúsculos como las mariposas que baten las alas en Tombuctú, o los
perros salvajes que estornudan en Australia, que podrían haber sido la causa
del huracán. El proceso de la mariposa al huracán es mucho más simple que el
proceso inverso desde el huracán a la potencial mariposa. (…)
… hay billones de estas cosas pequeñas en el transcurso
de un solo día, y analizarlas todas está fuera de nuestro alcance. (II, cap.
12, pàgs. 288-289)
La historia ciertamente no es un lugar donde teorizar o
del que derivar conocimientos generales, como tampoco está destinada a ayudar
en el futuro, si no se hace con cierta cautela. De la historia podemos sacar
una información negativa, cuyo valor es incalculable, pero a la vez nos
llevamos muchos conocimientos ilusorios.
(…) Aprendamos a leer la historia, obtengamos cuantos
conocimientos podamos, no descartemos lo anecdótico, pero no establezcamos
ningún vínculo causal, no empleemos demasiado la ingeniería inversa; y si lo
hacemos, no formulemos grandes teorías científicas. Recordemos que los
escépticos empíricos sentían respeto por la costumbre: la usaban como elemento
por defecto, como base de la acción, pero sólo para esto.. (…)
Pero la mayoría de los historiadores tienen otra opinión.
Consideremos ¿Qué es la historia?, la
representativa introspección de Edward
Hallet Carr. Se ve que el autor toma la causalidad como un aspecto
fundamental de su trabajo. Pero podemos remontarnos aún más: Heródoto,
considerado el padre de esta materia, definía su propósito en el inicio de su
obra: “Preservar el recuerdo de los hechos de los griegos y los bárbaros, y en
particular, más que cualquier otra cosa, dar una causa (la cursiva es mía) de sus luchas”.
Lo mismo se aprecia en todos los teóricos de la historia,
sean Ibn Jaldún, Marx o Hegel. Cuanto más intentamos convertir la historia en algo que no
sea una enumeración de explicaciones de las que poder disfrutar con una
teorización mínima, más problemas se nos plantean. ¿Tan infectados estamos por
la falacia narrativa?
Es posible que
tengamos que esperar a una generación de historiadores escéptico-empíricos
capaces de comprender las diferencias entre un proceso que va hacia delante y
uno que va en sentido contrario.
Del mismo modo que Popper
atacaba a los historiadores por sus afirmaciones sobre el futuro, yo me he limitado
a exponer cuán endeble es el planteamiento histórico para conocer el propio pasado. (II, cap. 12, 291-293)
Nassim Nicholas
Taleb, El cisne negro. El impacto de lo altamente
improbable, Círculo de lectores, Barna 2008
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