Ha tornat.
Ha vuelto ha generado desde su publicación en Alemania en
noviembre de 2012 un notable revuelo, ha vendido algo más de medio
millón de ejemplares y ha sido portada de docenas de revistas y de
suplementos culturales incapaces de ocultar su entusiasmo por esta
sátira acerca de la sociedad alemana actual en la que Adolf Hitler
aparece en un solar abandonado en las proximidades de la antigua
Cancillería y se transforma, mediante una suma de candor y cálculo, en
estrella televisiva con partido político propio.
Aunque su propio autor ha admitido haberse sentido sorprendido por el éxito de Ha vuelto,
éste parece fácilmente explicable (y predecible) en un país
profundamente interesado en su pasado nacionalsocialista y, en
particular, en la figura de Hitler, de la que los alemanes nunca parecen
tener suficiente. No hay nada objetable en ello: el concepto de
“Vergangenheitsbewältigung” (la superación del pasado mediante su
revisión permanente), que articula la visión alemana de su historia
nacional, requiere que las nuevas interpretaciones se produzcan de
manera continua en forma de documentales y libros, así como de la
discusión en todos los ámbitos de la sociedad. A resultas de esa
“Vergangenheitsbewältigung”, Hitler sigue estando presente en la
sociedad alemana y su figura es el espacio en el que se disputa la
batalla por el sentido histórico; así, el primer tomo de la monumental
biografía de Volker Ullrich (2013) proponía recientemente una nueva
interpretación de la personalidad del Führer de acuerdo a la cual éste
habría sido menos insignificante desde el punto de vista intelectual y
más hábil de lo que sus biógrafos vienen sosteniendo desde hace décadas.
A esa interpretación adhiere también Ha vuelto, en la que
Hitler es, ante todo, un buen observador, así como alguien dotado de una
enorme capacidad para beneficiarse de los materiales sociales a su
disposición; por supuesto, sus observaciones a menudo son erróneas (al
despertar ve a unos niños jugando al fútbol y llama a uno de ellos
“Joven Hitleriano Ronaldo” por el nombre que aparece estampado en su
espalda; el Führer interpreta la práctica del reciclado como la
consecuencia de la escasez de materias primas producida por la guerra y
cree que el escaso dominio del alemán por parte de ciertos jóvenes de
origen turco es el resultado de una política destinada a que la mano de
obra extranjera no acceda a los derechos reservados a los alemanes);
todas ellas, sin embargo, tienen un fondo de verdad y Hitler sabe qué
hacer para beneficiarse de ellas; de hecho, la situación no puede ser
más positiva para él, ya que “a la cabeza del país estaba una mujer
fondona con el poder de irradiación optimista de un sauce llorón, una
mujer que se desacreditaba ella misma por haber participado en la
pesadilla bolchevique del este alemán durante treinta y seis años sin
que su entorno hubiese podido percibir en ella el menor asomo de
malestar” (135).
Agresiva, indignada, incrédula, hostil, la sátira literaria requiere personajes únicos, y es evidente que Hitler lo es; si Ha vuelto
es una magnífica sátira no lo es en menor medida porque, a diferencia
de los textos satíricos que forman parte del canon (piénsese en Utopía de Tomás Moro, Erewhon de Samuel Butler, Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, Rebelión en la granja
de George Orwell, entre otros), no hay aquí ningún disimulo retórico y
ninguna voluntad de exotismo: Vermes habla explícitamente de la Alemania
contemporánea y lo hace obligando al lector a aprobar los juicios de
Hitler, lo que, para una sociedad como la alemana, es terrible:
simpatizar con el Hitler algo ridículo (pero antisemita, misógino,
anticomunista, xenófobo, chauvinista) de Ha vuelto equivale a
aceptar la posibilidad de que el nacionalsocialismo no sea únicamente un
incidente del pasado alemán sino un cúmulo de opiniones que compartimos
y expresamos diariamente. Más aún (y esto hace que el apoyo prestado
por la prensa a la novela de Vermes parezca desconcertante), lo que Ha vuelto
viene a demostrar al narrar el ascenso meteórico de Hitler gracias a su
presencia en la televisión es que los medios de comunicación masiva y
la Red son el ámbito natural para el pensamiento totalitario ya que
(como reconoce admirativamente el antiguo Führer) ambos han normalizado
la delación, el engaño, la vigilancia y el control de los individuos que
fueron parte fundamental de sus políticas de 1933 a 1945 con las
trágicas consecuencias por todos conocidas. Precisamente por ello, y
aunque fallida como novela (demasiado extensa, monótona en muchos
pasajes, escrita en un lenguaje meramente funcional), Ha vuelto
es una obra valiosa, que arroja sombras sobre el presente no sólo
alemán y contribuye de ese modo a esa “superación del pasado mediante su
revisión permanente” que es la forma que tiene Alemania de no repetir
la historia y la mejor lección que ese país tiene para dar a sus
vecinos; la pregunta, sin embargo, es si estos están dispuestos a
aprender de ella.
Patricio Pron, La lección alemana, El País, 19/10/2013
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