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by Duchamps |
Un ciudadano debe considerarse amortizado, descatalogado o realmente
muerto cuando ya no se sorprende de nada y admite de antemano que las
cosas son como son y nada se puede hacer para cambiarlas. Un ciudadano
seguirá siendo joven a cualquier edad mientras contemple con la
virginidad en los ojos la vida a su alrededor como si fuera un milagro
que se renueva a su antojo todos los días. Marcel Duchamps revolucionó
la creatividad moderna al descubrir que cualquier objeto puede
convertirse en una obra de arte por el hecho de cambiarlo de lugar y
contemplarlo fuera de contexto bajo una mirada estética, desprovista de
prejuicios e hizo la prueba exhibiendo un urinario en un museo en medio
de otras esculturas. Los espectadores olvidaron la utilidad de ese
recipiente y solo admiraron la belleza de sus formas sin relacionarlas
con la propia vejiga. En ese momento quedó instituido un principio
revolucionario: no es el artista quien crea el arte; el verdadero
creador es quien lo contempla. A partir de esa teoría ya vale todo. En
cualquier basurero se hallan las mismas luces exquisitas que despide un
cuadro de Matisse; el hierro de un garrote vil iluminado con luz cenital
en el podio de una galería puede pasar por una escultura de Chillida o
de Julio González; una pared sucia es un Tàpies si uno decide que así
sea. Crearse un mundo a la medida con una mirada nueva puede aplicarse a
todos los órdenes de la vida. Esta actitud te obligará a ver a las
personas como actores de un teatro que intercambian los papeles en cada
acto y en escena se moverán jueces asesinos, cardenales ateos, banqueros
ácratas, políticos que croan como las ranas. Un ciudadano puede
considerarse descatalogado o muerto cuando decide que es mejor encogerse
de hombros, agachar la cabeza y aceptar la injusticia y la corrupción
como un destino del rebaño. En el fondo la teoría estética de Duchamp es
también una forma de rebeldía moral. El conformista siente que no se
puede hacer nada ante la crisis y asume las promesas falaces del
Gobierno como un bálsamo; en cambio, el artista rebelde verá el poder
político y económico como una charca de cocodrilos a la que debe
desafiar con coraje. La belleza está en la mirada; la justicia en el
ánimo; el resto es el milagro de estar vivo.
Manuel Vicent, Rebeldía, El País, 06/10/2013
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