El menyspreu d'allò humà.

El desprecio de lo humano paralelo al ensalzamiento de lo mecánico es una de las claves de la tecnocracia y de su versión más extrema y más delirante, el transhumanismo. Hace unos meses Elon Musk afirmó, una vez más, su convicción de que la humanidad no es más que un bootloader (“gestor de arranque”) biológico para la “superinteligencia digital”. Ahí tenemos la dignidad humana reducida a cacharro electrónico desechable. El rostro de la tecnocracia, antes de que tuviera ese nombre, fue ya avistado por un contemporáneo de Rilke, el gran sociólogo, historiador y politólogo Max Weber. En las dos primeras décadas del siglo XX, en un mundo sin ordenadores y en que los únicos medios de comunicación de masas eran los periódicos en papel, Weber denunció el imperio de la burocracia, la reducción del mundo a cifras y la ciega búsqueda de la eficiencia. Weber critica la racionalidad tecnocrática que todo lo reduce a parámetros de eficiencia, cálculo y control, fomenta la ato...