Superatletes o supersoldats, ja no és ciència ficció.





La UE, EE.UU., China, y los países con mayor desarrollo coinciden en permitir retocar embriones genéticamente siempre y cuando no se les deje vivir más de un cierto tiempo. En nuestro país, catorce días. Después tienen que ser destruidos. Lo que ignoramos es qué ocurrirá en lugares donde aún no existen límites claros, como el sudeste asiático o África. Tampoco podemos prever cómo será usado por países que están fuera de los límites impuestos por las regulaciones internacionales, como Corea del Norte.

Cuando se crea un embrión en laboratorio con un óvulo y un espermatozoide obtenidos de los padres se le aplica un cribado genético denominado PGT. Detecta malformaciones como la espina bífida o el síndrome de Down, permitiendo elegir solo embriones sanos. Ahora algunos centros de reproducción han añadido además el cribado PGT-P, poligénico, que identifica características influenciadas por dos o más genes. La estatura o el color de la piel son dos de ellos. No se ofrece aún elegir a tu hijo con ojos azules o piel blanca, pero sí que no sea propenso a tener colesterol alto, hipertensión, melanoma o diabetes tipo 1 y 2. En Estados Unidos varias de las empresas dedicadas a las técnicas de reproducción presionan para que el PGT-P pueda ser usado de manera más amplia, para determinar cualquier característica humana, y sobre todo la más demandada por los padres: la inteligencia.

Técnicamente no sería ilegal, dado que el embrión no se altera genéticamente. El cribado solo sirve para implantar en el útero los embriones más válidos. Y si no prosperan, como a menudo ocurre en las fecundaciones in vitro, se usan los siguientes hasta lograr el embarazo o acabar con los disponibles.

Los científicos son escépticos respecto a la diferencia que pueda suponer un cribado genético, especialmente en lo tocante a la inteligencia. A menudo, señalan, los padres identifican su propia inteligencia como un rasgo heredado, olvidando lo que les ha influenciado el entorno, la dedicación que tuvieron con ellos sus propios padres, o el entorno socioeconómico en que crecieron. La determinación de los genes tiene un componente ambiental que modifica la expresión del propio gen, así que no todo depende de lo que esté escrito en la doble hélice de ADN.

Aun así el asunto es demasiado prometedor, y la industria lo sabe. Este es un negocio con enorme potencial de crecimiento en todos los aspectos. No por casualidad encontramos a Bill Gates como uno de sus mayores inversores para conseguir patentes sobre alimentos. Las clínicas de fertilidad, por su parte, miran con interés la normalización de las parejas homosexuales en gran parte del mundo. Son un cliente potencial muy interesante, porque la técnica CRISPR también ha conseguido crear células reproductivas humanas a partir de células madre. Es decir, espermatozoides femeninos y óvulos masculinos, lo que facilitaría tener hijos a parejas homosexuales sin recurrir a donantes. Dejando aparte, claro, el necesario vientre de alquiler para los gais. El precio de estos tratamientos será seguramente desorbitado, los que se han usado con fines médicos han costado varios millones de euros. Pero mientras haya clientes capaces de pagarlo será negocio.

Hay además otra derivada de CRISPR, y es la mejora genética de los adultos. Hoy ya podemos modificar personas para que tengan más fuerza, resistencia, o para que su cuerpo aproveche más el oxígeno. Superatletas o supersoldados. Llevarlo a la práctica no es ciencia ficción, tenemos la técnica que lo permite, y solo leyes lo impiden. Y sabemos, por experiencia, que rara vez la humanidad se resiste mucho tiempo a emplear una herramienta una vez ha sido descubierta.

Martín Sacristán. La modificación genética ya ha empezado, jotdown 16/03/2024

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