Ningú no hauria de sortir indemne de la universitat.
Mi abuelo, cenetista, vivió la Barcelona libertaria de los ateneos y centros culturales, ávidos de saber, luchadores por la educación de la clase trabajadora. La ciencia había de aportar progreso a la sociedad, a ella pertenecía el conocimiento y la difusión del saber haría que los más humildes se alzaran por fin sobre su condición. Mi abuela, obrera textil desde los once años, ni siquiera fue a la escuela. Su obsesión fue que mi madre cursara estudios – para no ser esclava de nadie – y tuviese un oficio – para no depender de un marido. Para aquella generación era un sueño y un anhelo que los suyos fuesen un día a la Universidad, verdadero templo del conocimiento, donde los más sabios impartían sus disciplinas. No puedo ni imaginarme la cara que pondrían viendo a unos estudiantes tratando de silenciar a una profesora y reivindicando “espacios seguros”, donde sus creencias no se viesen perturbadas por la crítica racional. Muy al contrario, lo que debiera caracterizar a la academia es la inseguridad intelectual en sus paraninfos. La investigación científica avanza cuestionando con nuevos datos lo que creíamos saber, construyendo nuevos consensos; el pensamiento crítico abre debates, impulsa nuevas reflexiones… Nadie debería salir “indemne”, tal como entró, de una universidad digna de este nombre.
Lluís Rabell, El desembarco de la neoinquisición, catalunyapress.cat 28/02/2024
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