Quan allò barat resulta car.

 






Hay varios motivos que explican la inflación presente, pero el principal es la imbecilidad occidental. Todos los demás están subordinados a ese, que se forja en una manera ilusa de pensar y que se ve ratificada en una visión de la economía que se desenvuelve en jardines angelicales de productividad, masa monetaria, mercados de trabajo adaptados y demás, pero que olvida que la economía es también una cuestión de poder.

La explicación es sencilla, y en su mismo enunciado deja entrever las debilidades a las que esa estructura aboca: cuando una gran mayoría de bienes se producen en muy pocos lugares, muy alejados de sus mercados finales, y en un momento de concentración del mercado, es evidente que las cosas saldrán mal en algún momento. Los cuellos de botella en la cadena pasarán factura. Si además, producto de la obsesión con el 'just-in-time', no se han almacenado suministros para las eventualidades, ya que parte del modelo de negocio se basa en recortar costes, y el almacenaje cuesta, es fácil comprender que, cuando se produce escasez por algún motivo, los precios aumentan mucho más de lo que debieran.

La pregunta es por qué se decidió que Europa (Occidente en general) adoptase esta forma de operar, que parecía una mala idea, y que, por tanto, había sido habitualmente evitada. Los motivos, no obstante, eran evidentes: ese modo permitía que las grandes empresas redujeran notablemente sus costes, y así depredaran a las pequeñas y medianas firmas de su sector y abarataran de manera sustancial el coste del factor trabajo. Actuar así permitía, por tanto, generar más recursos para los accionistas y precios más bajos para el consumidor. Es cierto que este, deslocalizada la producción y presionada la pequeña y mediana empresa, perdía poder adquisitivo, porque desaparecían muchas firmas y muchos puestos de trabajo, y los existentes estaban peor remunerados, con lo que ganaba por un lado y perdía más por otro. Pero daba lo mismo, porque se apeló con éxito a la eficiencia, a la innovación y a la falacia de los precios baratos.

Esteban Hernández, Nos suben los precios porque somos tontos, El Confidencial 09/11/2021

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