Indisponible.

 




La vivacidad, la conmoción y la verdadera experiencia, sin embargo, surgen del encuentro con lo indisponible. Un mundo completamente conocido, planeado y dominado sería un mundo muerto. Esta no es una idea metafísica, sino una experiencia cotidiana. La vida ocurre como un interjuego entre lo disponible y aquello que permanece indisponible pero «nos importa»; acontece, por decirlo de algún modo, en esta línea fronteriza. Consideremos un fenómeno masivo como el fútbol. ¿Por qué va la gente al estadio? «Porque no saben cuál será el resultado», dijo alguna vez el entrenador de la selección alemana de 1954, Sepp Herberger, en una ingeniosa y muy citada observación.

Sin embargo, no se trata de una indisponibilidad absoluta: por supuesto, con dinero, y también con entrenamiento, se puede influir en el juego; esto lo sabe todo deportista amateur, no solo los futbolistas, sino también los tenistas, los jugadores de baloncesto y quienes practican otros deportes. Uno puede mejorar sus posibilidades en la pista de tenis, por ejemplo, mediante buena preparación, entrena- miento mental y relajación; pero jamás podrá con- seguir a la fuerza la victoria ni el próximo punto.

Aún más: el mero incremento del esfuerzo no alcanza para lograr nada; cuanto más se intenta poner el gol o el próximo punto a disponibilidad, es decir, forzarlo, tanto menos se lo consigue. Por esta razón, muchos deportistas amateurs llevan a cabo todo clase de ritos aparentemente oscuros —por ejemplo, antes de impactar la bola— similares a prácticas mágicas para poner a disponibilidad lo indisponible; y son las luchas y tensiones en esta línea fronteriza las que mantienen el carácter fascinante del deporte.

Sin embargo, el interjuego entre la disponibilidad y la indisponibilidad no es solamente un rasgo constitutivo de muchos deportes, sino de los juegos en general: el ajedrez, los juegos de naipes, de mesa y de azar. 

En el juego y el amor, en la nieve e incluso en la muerte: la indisponibilidad es parte constitutiva de la vida humana y de la experiencia humana fundamental. Y cuan- do se pregunta acerca de la relación con el mundo de la Modernidad —es decir, acerca de la manera en que las instituciones y prácticas culturales de la sociedad actual se relacionan con el mundo, y, consecuentemente, acerca de cómo los sujetos modernos estamos colocados en él—, la manera en que entramos en relación individual, cultural, institucional y estructuralmente con lo indisponible parece constituir un foco cardinal del análisis.

En el juego y el amor, en la nieve e incluso en la muerte: la indisponibilidad es parte constitutiva de la vida humana y de la experiencia humana fundamental. Y cuan- do se pregunta acerca de la relación con el mundo de la Modernidad —es decir, acerca de la manera en que las instituciones y prácticas culturales de la sociedad actual se relacionan con el mundo, y, consecuentemente, acerca de cómo los sujetos modernos estamos colocados en él—, la manera en que entramos en relación individual, cultural, institucional y estructuralmente con lo indisponible parece constituir un foco cardinal del análisis.

Mi hipótesis inicial es la siguiente: en la medida en que nosotros, los tardomodernos, apuntamos a poner el mundo a disponibilidad, este nos encuentra siempre como un «punto de agresión» o como una serie de puntos de agresión, es decir, como un conjunto de objetos a ser conocidos, alcanzados, conquistados, dominados o usados. Precisamente de esta manera parece escapársenos la «vida», aquello que constituye la experiencia de la vivacidad y el encuentro: aquello que posibilita la resonancia. Esto, a su vez, produce angustia, temor, ira e incluso desesperación; sentimientos que luego, entre otras cosas, se ven reflejados en comportamientos políticos impotentes y agresivos. 

Harmut Rosa, Lo indisponible, Herder, Barcelona 2020

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