Postmodernitat i treball
forges |
El proceso de personalización empieza incluso a recomponer el orden de lA
producción, muy tímidamente aún, debemos añadir. Indiscutiblemente el mundo del
trabajo es el que ofrece la mayor resistencia a la lógica de la seducción, a
pesar de las revoluciones tecnológicas en curso. Sin embargo la tendencia a la
personalización se manifiesta en él. Ya en La
Foule Sohtaire Riesmun lo observaba señalando cómo la cordialidad impuesta,
la personalización de las relaciones de trabajo y de servicio sustituían poco a
poco el encuadre funcional y mecánico de la disciplina. Más aún, asistimos a la
multiplicación de los técnicos de la comunicación y de los psicoterapeutas de
empresa. Se derriban los tabiques que separan despachos, se trabaja en espacios
abiertos; en todas partes se solícita el concierto y la participación. Aquí y
allá se intenta, a veces únicamente a título experimental, humanizar y
reorganizar el trabajo manual: ampliación de las tareas, job enrichment, grupos autónomos de trabajo. La futura tecnología
electrónica, los crecientes empleos informativos permiten imaginar algunos escenarios
futuros: desconcentración de las empresas, expansión del trabajo a domicilio,
«casa electrónica». Estamos asistiendo ya a la flexibilización del tiempo de
trabajo-, horarios móviles o a la carta, trabajo intermitente. Más allá de la
especificidad de esos dispositivos, se dibuja una misma tendencia que define
los procesos de personalización: reducir la rigidez de las organizaciones,
cambiar por dispositivos flexibles los modelos uniformes y pesados, privilegiar
la comunicación respecto a la coerción. (pàg. 20).
Gilles Lipovetsky, La era del
vacío, Anagrama, Barna 1986
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