El liberalisme a l'actualitat.




Lo que se percibe, en suma, es que el liberalismo ha perdido impulso movilizador ilusionante y se ha petrificado escondiéndose detrás de la frialdad del derecho. Se habría reducido, pues, a la idea de un gobierno constitucional, a eso que entendemos por Estado de derecho. Es obvio que en éste han cristalizado sus ideales o principios básicos: la convivencia de individuos libres e iguales bajo un orden jurídico que respeta su dignidad moral y su autonomía y tolera el pluralismo de sociedades cada vez más complejas. Establece, por tanto, las reglas de juego de los sistemas democráticos dentro de las cuales se despliega toda la vida social. Ahora bien, estas imponen límites, pero no prejuzgan cómo hayamos de vivir cada cual. Sería la ideología del árbitro, no la de los jugadores. Y así es como se vive en nuestros días por parte de sus mayores críticos —y enemigos—, como constreñimientos ajenos a la espontaneidad social y limitadora de sus impulsos democráticos y sus convicciones y emociones profundas.

El trasfondo de esta situación es, desde luego, una insatisfacción casi generalizada con el funcionamiento de los sistemas democráticos y la dificultad por ir acompasándonos a la velocidad con la que se suceden los cambios sociales. Pero el que no nos guste el juego no significa que tengamos que apuntar a los árbitros o a las reglas básicas que lo sostienen. Ya dijimos que la fortaleza del liberalismo es que sigue siendo la opción menos mala. ¿Acaso alguna otra tiene una mayor capacidad para integrar el creciente pluralismo y diversidad? Lo que está ocurriendo con el liberalismo puede que tenga menos que ver con el liberalismo en sí que con la propia deriva de la sociedad. La crisis del liberalismo es expresiva del vaciamiento de lo ideológico y, por ahora al menos, de una alternativa clara a la función orientadora que en su día cumplieran las ideologías. Ninguna es capaz de acoger la nueva complejidad. Ahora navegamos sin mapas y por ese hueco se van colando las políticas identitarias y florece el recurso a la emocionalidad primaria. Es de agradecer, por tanto, que quien está al timón durante la tormenta sea una ideología fría y racional.

Fernando Vallespín, Al liberalismo le crecen los enanos (a izquierda y derecha), El País 07/05/2023


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