El jo en Kant.











El sujeto trascendental

El «yo pienso» le sirve a Kant para aproximarse a la reflexión acerca del «yo» propiamente dicho.Kant escribe: «El ‘yo pienso’ tiene que poder acompañar a todas mis representaciones». Tiene que poderacompañarlas, porque de no hacerlo no habría fundamento posible para esas representaciones. Es decir, por lógica el pensamiento debe ir acompañado por un alguien que piense.

Por este motivo, el sujeto para Kant es trascendental. «Trascendental» es un término muy utilizado en la obra kantiana; se refiere a algo que se tiene que dar previamente para que se dé otra cosa. En este sentido, el sujeto es trascendental al conocimiento, porque no puede haber conocimiento sin sujeto.

Kant es un autor que respondería muy tajantemente al famoso dilema de qué ocurre si un árbol cae en el bosque y no hay nadie para verlo. El árbol no haría ruido porque «ruido» es la intuición generada por un sujeto sobre la representación de percibir la caída del árbol.

Kant y el yo

Kant se interroga sobre qué podemos conocer del pensamiento para conocer algo sobre el «yo» que piensa. Recapitulando, las representaciones forman parte de lo fenoménico. Por ese motivo, podemos conocer algo de ellas y construir intuiciones.

Del «yo pienso» no hay experiencia alguna, porque no lo percibimos por los sentidos. Pero, aún así, tenemos una cierta intuición de que pensamos. Parece una intuición «pura», sin experiencia sensible previa. No se puede tocar, ni oler ni sentir de ningún modo al «yo pienso». Es por eso por lo que podemos pensarlo, pero no podemos conocerlo: «Pensar un objeto y conocer un objeto son, pues, cosas distintas».

La posibilidad de obtener un conocimiento cierto, que no se base en una mera especulación, es el motor fundamental de la obra de Kant. Por eso, la distinción entre pensar y conocer es central en su pensamiento. Con el conocimiento cierto se puede hacer ciencia, y el objetivo de La crítica de la razón pura es establecer, precisamente, los principios por los que la filosofía puede ser una ciencia.

El primer elemento destacable del «yo pienso» es, entonces, que es una intuición pura. Además, señala Kant, se da en forma de unidad. Es decir, nos percibimos como un solo sujeto que piensa. Por esos motivos, hablará del «yo pienso» denominándolo «unidad de apercepción»; es decir, una unidad de la que no hay percepción.

El segundo elemento es que el «yo pienso» será el encargado de unificar todas las representaciones hasta que sean mis representaciones. En este sentido, el «yo pienso» es una «unidad sintética de apercepción», porque sintetiza las representaciones para convertirlas en mías.

Si el «yo pienso» no hiciera esa labor de síntesis, nuestras representaciones adoptarían la forma de diferentes yoes, o, en palabras de Kant, «un yo tan abigarrado y diferente como las representaciones de las que fuese consciente poseyera». Además, lo que nos diferencia de otros animales, para Kant, es que el ser humano es consciente de esta operación sintética: no solo convertimos las representaciones en intuiciones nuestras, sino que somos tan conscientes de ello que podemos pensarnos a nosotros mismos como seres pensantes.

Esta idea recorrerá la Modernidad hasta tal punto que la definición antropológica del ser humano estará atravesada por ella: somos el Homo sapiens sapiens. El primate que sabe, pero que, sobre todo, sabe que sabe.

Pensar el propio pensamiento supone pensar algo carente de contenido. Normalmente pensamos en los contenidos del conocimiento, pero pensar el «yo pienso» es como mirar una caja vacía buscando respuestas. Es por eso, que lo que sea realmente la identidad, o el «yo» queda fuera de la discusión. Podemos conocer algunos aspectos de nuestra autoconciencia, pero no podemos acceder a la naturaleza última de nuestra identidad.

El «yo pienso» es representación de un «yo» nouménico y entonces no podemos conocerlo realmente. Recordemos que lo nouménico, o el noúmeno era aquello que las cosas son independientemente de cómo se nos presenten. Es como son en sí.

No podemos demostrar, en el esquema kantiano, la existencia del «yo», aunque intuyamos que debe haberlo. Solo podemos decir que esa identidad es trascendental (esto es, previa y necesaria) al «yo pienso» pero no podemos demostrarlo.

¿El yo es lo mismo que el «yo pienso»?

La «unidad sintética de apercepción» que hemos definido no es el «yo». El «yo» sería la garantía de que podamos pensar y pensarnos, pero no el conocimiento mismo. Kant determina que ese «yo» va más allá de las posibilidades que tenemos de definirnos en base a lo que pensamos y conocemos.

En última instancia, la naturaleza última del «yo» sí es algo que no podemos conocer. Igual que lo que sean las cosas en sí, y el ruido de los árboles que caen en el bosque. Kant no piensa que no existan, pero piensa que no podemos demostrar que existan.

En el camino de reflexionar sobre el «yo pienso», Kant consigue hacer una crítica profunda de la propia razón que da fundamentos para el autoconocimiento, y el conocimiento de todo lo demás, incluidos los objetos de la ciencia. El límite está en que solo podemos hacer ciencia de aquello que experimentamos. De todo lo demás, piensa Kant, debemos guardar silencio o incurriremos en especulaciones sin fundamento.

Irene Gómez-Olano, Kant: ¿soy lo que pienso?, Filosofia & CO 25/04/2022
https://www.filco.es/kant-y-el-yo/?fbclid=IwAR1EP_gvzAz_fnrqPGrQdF_D0e3T-0q4lT8DYHIQoODLnIryIm1OHfsvVuI

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