Som verdaders poetes de l'univers visible (Juan David García Bacca).
Juan David García Bacca |
"La luz corre trescientos mil kilómetros por
segundo. No es pequeña velocidad. (...) Pero esa velocidad, siempre finita, de
la luz, aunque comparativamente desmesurada respecto de las ordinarias que
percibimos, trae por consecuencia que lo que nosotros creemos estar viendo no
está siendo mientras lo estamos viendo. La luz que nos viene del sol tarda unos
quinientos segundos en llegarnos, de modo que el sol que estamos viendo no es
el que está siendo, sino el que fue hace quinientos segundos. Podría haber realmente
desaparecido. Y la luna que contemplamos, poco románticamente ya, en noches de
plenilunio, no la podemos ver sino al cabo de un segundo de que la luz partió
hacia nosotros. No vemos la luna porque esté siendo en el instante que la veo;
veo (en presente) la luna que fue o era hace un segundo (pasado)
La luz de las estrellas fijas, tan próximas
relativamente como el Alfa Centauro, tarda en llegarnos unos cuatro años y
medio; es decir, estamos viendo lo que la estrella fue hace cuatro años y
medio. Vemos tales objetos celestes no como son, sino como fueron hace años y
años, y algunos hace miles de años, a lo mejor dos mil millones de años. Mas
veo todo ello como si fuese y estuviese en este instante en el astro mismo; de
consiguiente lo que veo en el cielo no es lo que es, sino creación objetiva de
mi vista, invento por el que ve actualmente y como actual lo que existió hace
quinientos segundos, un segundo, miles de años. Somos verdaderos poetas del
universo visible, en el cual está habitando, como en casa propia, bien
agradable, como en Mundo, nuestro sentido de la vista."
"(...) Podemos, pues, afirmar como
consecuencia primera: que el universo físico, tal como está en si mismo
constituido, no es casa habitable; no es mundo, dicho ahora con la palabra
justa. No es mundo o casa habitable para la vista. La vista tiene que
reconstruir el universo de la luz y colores para poder habitar en ellos
cómodamente, cual la casa corriente en que habitamos la construimos ciertamente
con materiales naturales, mas debidamente transformados. Lo dicho de la vista,
igual valdría, en su orden, para el oído.
Todos los sentidos, en general, transforman el
universo físico en Mundo o casa habitable para ellos. Lo transforman más o
menos, según los casos y sentidos. El sonido en sí mismo, tal como es según la
física, se reduce a un conjunto de vibraciones longitudinales del aire, que se
propagan con una velocidad de unos cuatrocientos treinta metros por segundo, o
un tercio de kilómetro. Pero ¿quién, cuando oye un sonido, cuenta semejante
número de vibraciones? Resultaría insoportable faena. El mundo de la música, en
semejante plan ontológico, no sería vital y deleitosamente habitable; el
Universo de la música no sería mundo para nosotros.
No se puede, por tanto, confundir universo con mundo, como no confundo una selva tropical, virgen, con la casa que habito. Todos nuestros sentidos tienen, pues, esa maravillosa propiedad, descubierta cada vez más claramente a partir del Renacimiento; que no son pasivos, ni inertes, ni están atenidos simplemente a lo que se les dé; son capaces de sacar de un material indiferente, hecho de figuras geométricas, de movimientos, sacar esa maravilla que nosotros creamos: color, tal cual lo vemos; sonido, tal cual lo oímos."
Juan David García Bacca, Antropología filosófica contemporánea, Anthropos, Barna 1982, págs. 69, 71
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