L'atzar i el sentit de la vida.
Al guarda forestal Roy Sullivan le partió un rayo un día de primavera de 1972 en Blue Ridge, Virginia, en la cordillera de los Apalaches. Casi literalmente. El 10 por ciento de las víctimas de rayos mueren, pero Sullivan solo sufrió heridas leves. Fue afortunado, sí, pero aún más de lo que piensan. Porque aquel era el cuarto rayo que le caía encima. Por entonces solo se conocían dos personas a las que un rayo les hubiera acertado tres veces y en ambos casos la tercera había sido fatal. Nuestro guardabosques, más conocido desde entonces como 'el hombre relámpago', entró en el 'Libro Guinness de los récords' y solía decir cuando le preguntaban que, si bien pensaba que la Providencia le había salvado, no acababa de entender muy bien la insistencia divina al respecto. Dios no debía estar satisfecho porque en los años siguientes le acertaron otros tres rayos más confirmados sin consecuencias graves, siete en total. La probabilidad de que algo así ocurra es de 1:10/28, un uno con 28 ceros detrás. Sullivan se jubiló, sufrió una depresión a causa de un desengaño amoroso y en 1983 se pegó un tiro. Él no falló.
El azar domina nuestras vidas individuales descargando rayos, amores y desamores. Pero el azar sojuzga también la propia existencia de nuestra especie, del planeta, del universo en su conjunto.
Esa es una cuestión filosófica muy profunda a la que nos enfrentamos. Por un lado, el azar es una idea problemática tal y como los humanos pensamos durante miles de años. Por otro, la ciencia muestra que estamos aquí a raíz de una serie de accidentes geográficos, geológicos, biológicos... Muchas de las cosas que explico en el libro no las habría podido describir hace 60 años. No conocíamos entonces, por ejemplo, las bases de las mutaciones genéticas. La ciencia llegó tarde al debate filosófico que se ha visto dominado sobre todo por la teología. Pero, cuando la ciencia aporta conocimiento empírico, ¿qué hacemos con él?
Podemos verlo desde dos perspectivas distintas. Si creemos que todo sucede por algún motivo y nuestro hijo desarrolla cáncer, pensamos entonces que nosotros mismos o alguien lo ha provocado. A mí me parece más empático y más compasivo decir 'no, esto es mala suerte, una mala suerte, terrible y no hay nada que un padre hubiera podido hacer para evitarlo'. Entender el azar puede ayudarnos a ser más compasivos y más empáticos, entendiendo que hay accidentes sencillamente desgraciados. Dios también está vinculado con la idea del más allá y no hay científico que sepa si Dios existe o no, pero sí sabemos que no podemos atribuir determinados fenómenos a causas sobrenaturales si podemos explicar la conexión.
Es un hecho que hay gente que necesita religión para darle sentido a sus vidas. Pero los que pensamos que esta es la única vida que tenemos apreciamos estos momentos que vivimos ahora como un don, y nos damos cuenta de que también lo es la vida de los demás. Por ejemplo, empatizamos y mostramos compasión con aquellos que viven en circunstancias menos favorables. Ninguna de esas cosas que busca la religión, la comunidad, la compasión, la empatía hacia los otros, se pierden en la visión de mundo que afirma que estamos aquí por azar. La regla de oro serviría igualmente. No me parece que la sabiduría o los beneficios de la religión se pierdan en una visión humanista que no cree en un poder superior.
Vivimos en mundo en el que el azar es omnipresente, está en todas partes. Queremos vivir una vida tan sana como sea posible y muchas cosas buenas han sucedido en este viaje, hemos nacido, hemos tenido hijos..., pero existen fuerzas que amenazan precisamente los sistemas que nos protegen. Hay que ser conscientes de ello.
Daniel Arjona, entrevista a Sean B. Carroll: "Los humanos somos un juego del azar y podríamos perfectamente no existir, El Confidencial 23/03/2022
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