Efectes de la dissonància cognitiva
Siguiendo con el mismo colectivo, se analizó a 155 fumadores que consumían entre una y dos cajetillas por día. Cuando se les preguntaba sobre su nivel de consumo, el 60% consideraba que era moderado y el 40% que era excesivo… y no olvidemos que era exactamente el mismo. Así pues, ¿de dónde nacen las diferencias? La conclusión se halló en el nivel de riesgo que cada uno identificaba. Los que eran más conscientes de los efectos nocivos del tabaco eran precisamente los que consideraban que su consumo era moderado. Motivo: ellos mismos se autoconvencían de que la cantidad no era tan alta. Así pues, no solo nos llenamos de excusas para seguir disfrutando de lo que nos gusta, sino que además buscamos proteger nuestra imagen positiva y “coherente” con nosotros mismos.
Otra situación en la que solemos vivir la disonancia es cuando tenemos que tomar una decisión difícil que implica esfuerzo, tiempo o dinero. Esto sucede porque casi siempre hay algo positivo en la alternativa que descartamos. Para amortiguar la tensión que nos genera, tendemos a justificar nuestra decisión buscando la información que la refuerza y descartando la que nos muestra lo positivo de la no elegida. Jack Brehm hizo un sencillo experimento para demostrarlo. A un grupo de personas les mostraba diferentes aparatos eléctricos pidiendo que los valorasen teniendo en cuenta su utilidad. Como recompensa ganarían aquel que considerasen más útil. Una vez que lo recibían, pedía a las personas que volvieran a valorar dichos aparatos y el resultado fue claro: el aparato elegido lo consideraban más útil que antes y reducían el valor de los no seleccionados. Si el objeto elegido tenía alguna característica negativa la rechazaban, al igual que hacían con las características positivas de los que no seleccionaban. Así pues, a todos nos gusta sentir que ganamos en nuestras decisiones y nuestra mente se encarga de darnos argumentos para reforzarnos.
Pilar Jericó, ¿Por qué necesitamos justificarnos?, El País 18/04/2014
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