Daniel Dennett, darwinisme i ment.











La mente no es otra cosa que “una colección de procesos informáticos como los de un ordenador, que se desarrollan sobre una base de carbono”. El tan amado “yo”, “un ‘centro de gravedad narrativo’, una ficción muy conveniente que nos permite integrar varias corrientes neuronales de datos”. “El alma está hecha de montones de pequeños robots”, que serían nuestras neuronas. Son frases y conceptos acuñados por Daniel C. Dennett (Boston, 1942), uno de los más reputados y polémicos filósofos actuales, famoso por su cruzada contra las religiones, a las que acusa de generar fanáticos. Su proselitismo ateo —poco efectivo en familia, ya que su hermana es sacerdote de una iglesia cristiana— le ha llevado a ser incluido entre los llamados “cuatro jinetes del antiapocalipsis”, junto a Richard Dawkins, el fallecido Christopher Hitchens y Sam Harris, pero el alcance de su pensamiento es mucho mayor. Dennett ha profundizado en la naturaleza de la consciencia desde una perspectiva evolucionista, y ha aportado nuevas ideas a la filosofía en un lenguaje comprensible.

Con su larga barba blanca de patriarca bíblico, Dennett no se limita a fustigar a los creyentes, también irrita a sus colegas al negar la base misma de la filosofía de la mente. “Cuestiona que haya algo inefable en la experiencia subjetiva de las sensaciones, ese aspecto de la consciencia que, técnicamente, se conoce como qualia”, cuenta por correo electrónico la filósofa Josefa Toribio, profesora de la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA) de la Universidad de Barcelona, amiga suya desde hace años. Para Dennett, “la idea misma de qualia, tal y como se entiende comúnmente, es ilusoria”. Toribio alaba la capacidad del filósofo estadounidense “para presentar ideas filosóficas complejas de una forma comprensible para el público no especialista”, y destaca “su compromiso con el naturalismo, su integración de los conocimientos científicos en los debates filosóficos y su capacidad para desafiar la sabiduría convencional con ideas innovadoras y sugerentes”.

Uno de los temas que más le interesan y preocupan es el de la Inteligencia Artificial, y es partidario de poner en cuarentena los hallazgos de esta nueva tecnología antes de aplicarlos de manera masiva. El avance es exponencial y no duda de que en unas décadas puedan crearse robots conscientes, algo que considera poco deseable. Al fin y al cabo, ni siquiera sabemos qué beneficios evolutivos nos ha reportado la consciencia, suponiendo que tenga alguna función, como admitía el filósofo en una entrevista publicada hace tres años en Tufts Now, revista de su universidad. “Quizás no sea más que una fuente de aflicción”, aventuraba. “Quizás haya evolucionado como una suerte de lastre que tenemos que arrastrar. O puede que haya algo que nos beneficia y la consciencia sea el precio que pagamos por tenerlo”.


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