Prohibida la compassió.




En la última década hemos estudiado mucho la propaganda, especialmente desde el Brexit y las elecciones de EE UU en 2016. Son tácticas que identificamos de Manila a São Paulo y de San Petersburgo a Tel Aviv, pero se manifiestan ahora a través de medios de masas baratos, instantáneos y algorítmicos como Twitter, TikTok o YouTube, y clandestinos como los grupos de Facebook, Telegram y WhatsApp. Para saber qué clase de propaganda provocó el genocidio de Ruanda, los académicos estudian la hemeroteca. Para saber qué pensaban los votantes de George W. Bush, los demócratas salían de la CNN y ponían la Fox. Ahora los caminos al genocidio son inescrutables porque no son públicos.


No los podemos sintonizar a voluntad. Es el mensaje el que elige a sus receptores y no al revés. Nos encuentra a través de oscuros sistemas de selección algorítmica, y se manifiesta a través de los medios más individualistas y antisociales de la historia: las pantallas del móvil y el ordenador. Y, sin embargo, el punto número ocho trasciende a la selección algorítmica y los grupos del Telegram. Las nuevas campañas están diseñadas para deshumanizarnos en masa, castigando cualquier manifestación de compasión por el grupo equivocado.


Prohibida la compasión por los pobres que votan a Trump o los antivacunas que mueren de covid. Por las antiabortistas y las modelos desfiguradas por intervenciones quirúrgicas. Menos aún por el pueblo ruso que sale a luchar bajo un régimen criminal, por los judíos y los palestinos que viven amenazados por dos clases de fascistas: uno bendecido por los luminosos imperios occidentales y otro protegido por los oscuros poderes del mundo árabe. Un entrenamiento apropiado para lo que viene ahora: escasez de alimentos, inflación desmedida, miles de millones de refugiados climáticos buscando un lugar donde vivir.


Marta Peirano, El octavo mandamiento del genocidio, El País 16/10/2023

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