Ambient i capacitat matemàtica.









Hasta hace unas décadas, los académicos estaban convencidos de que solo los humanos estábamos dotados de una capacidad numérica. Como siempre que alguien piensa un “solo los humanos” de estos, comete un error garrafal. Es que no aprendemos. Para empezar, los seis millones de años que nos separan de un chimpancé son insuficientes para que la evolución invente una calculadora.

Si tenemos en el cerebro algo parecido a un ábaco, la única interpretación sensata es que el ábaco ya existía hace cientos de millones de años, y que el crecimiento tumoral de nuestro córtex (corteza cerebral) lo ha amplificado. De hecho, las abejas, los peces y los pollos recién nacidos reconocen de forma instantánea las cantidades hasta el cuatro, como hacen los bebés humanos de seis meses. La capacidad numérica de las personas puede llegar a ser muy sofisticada, como es obvio, pero solo gracias al aprendizaje y a la evolución cultural, que permite acumular conocimiento a una población sin que cada generación tenga que demostrar de nuevo el teorema de Pitágoras, ni escribir la Odisea.

La científica cognitiva Karenleigh Overmann, de la universidad de Colorado Springs, se centra en los sistemas todavía en uso en el planeta. Por ejemplo, 139 lenguajes aborígenes australianos solo tienen palabras hasta el tres o el cuatro, y luego pasan a “varios” o “muchos”. Los pirahã del Amazonas no usan números. Nada de esto tiene que ver con el intelecto, sino con la presión ambiental para desarrollar sistemas numéricos más complejos. Un factor es la necesidad de contar tus propias posesiones. Si no tienes nada, mejor te quedas en el cuatro.

Javier Sampedro, Matemáticas para septiembre, EL País 30/08/2021

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