No tinc temps.





El tiempo es la sustancia que define por igual a la economía y a la política, es decir, el modo bajo el cual experimentamos el tiempo y la manera en la que se distribuye, delinea los contornos y las bases de un tipo de convivencia. Esto era así con los griegos, donde el acceso al tiempo definía el acceso a la política y quienes no disponían de tiempo, como los artesanos porque dependían de un tercero, estaban invalidados para la participación pública.
Con la modernidad se impone el tiempo abstracto, esto es, el tiempo que mide por igual a cualquier tipo de actividad, en lugar de que sean las actividades las que ofrecen la medida temporal (como el tiempo que se tarda en rezar un padrenuestro). Antes de la modernidad existió la mercancía, el dinero y las medidas temporales con las que comprender lo que se produce, pero solo con el nacimiento de la sociedad de trabajadores se convierten en la mediación de toda la sociedad. Solo en la modernidad el tiempo social humano invertido en producir se convierte en la medida social de la riqueza: “la riqueza en las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un enorme cúmulo de mercancías,” así empieza Marx El Capital. De ahí que considero pertinente analizar a nuestra sociedad desde las contradicciones y los conflictos que se generan en torno a cómo se experimenta el tiempo y cómo su uso y distribución define a las relaciones de poder.
El tiempo es una experiencia social que ordena nuestra forma de vida, así pues, cualquier cambio de orden social requiere una nueva forma de experimentar y de vivir el tiempo. Creo que debemos avanzar de una sociedad del “no tengo tiempo” hacia una sociedad del tiempo garantizado. Una sociedad capaz de ofrecer seguridad, garantías y libertad por vías diferentes a la vía laboral implica aceptar que el ser social puede ser algo más que el ser laboral y que por lo tanto, el acceso a la esfera pública, así como el reconocimiento social y el sentido de pertenencia, puedan tener lugar más allá de la figura y la identidad de trabajador; esta tercera dimensión la expresa bien La Polla Records, cuando el Evaristo canta eso de “no disfrutamos en el paro ni disfrutamos trabajando.”
Una sociedad de tiempo garantizado es una sociedad que, para poder vivir, reduce su dependencia (temporal) respecto al trabajo, lo cual permite liberar tiempo para realizar muchas otras actividades no mediadas por el circuito del dinero y el trabajo. Un tiempo garantizado requiere implantar lo que Robespierre llamaba el “derecho a la existencia” como la primera ley social; derecho a existir más allá de la condición proletaria, más allá de ser trabajador, derecho al tiempo seguro. Esta situación puede ayudar a ordenar de otra manera las relaciones de interdependencia y el reparto –y perspectiva- del tiempo entre géneros. La liberación del tiempo es condición necesaria –aunque no suficiente- para la emancipación de las mujeres y por ende, para construir otra convivencia colectiva. La democracia, como recuerda Aristóteles, es el tiempo libre de los pobres.
Pablo Castaño, entrevista a Jorge Moruno: "Debemos avanzar de una sociedad del 'no tengo tiempo' hacia una sociedad del tiempo garantizado", cuartopoder.es 18/08/2018
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