La humanitat és un destí, no una manera de ser (Bernard-Henri Lévy)



Nadie negará - y Spinoza menos- que un humano es natura naturata, una cosa entre cosas, una natura entre natura, una figura del mundo tejida con la misma fibra que el resto de ordinarias figuras. Pero ser humano también es desear trascender, aspirar a ser algo más que una simple astilla de la naturaleza.

El filósofo René Descartes reflexionaba en su día sobre la diferencia entre humanos y máquinas. Actualmente, en la cúspide de la revolución de la inteligencia artificial, también nos planteamos una pregunta similar: ¿cómo podremos distinguir a un humano real de uno sintético?
Un humano real es, como lo expresaba Descartes, res cogitans, un ente pensante. Una fuente de intencionalidad, como escribió el filósofo Edmund Husserl. Ser humano significa poder salir del orden natural. Ser humano requiere escapar, en una u otra dirección, de esa masa de átomos, células y partículas de la que estamos compuestos tú, yo, y todo lo demás. Es estar dotado de alma, la cual -incluso si es inmaterial, sin extensión ni densidad, incluso si es perfectamente invisible, impalpable e inconsistente- es el pasaporte que nos permite salir de la naturaleza y penetrar en nuestra esencia humana.
La sistemática desnaturalización, esa confianza en que una parte del yo puede escapar al orden natural del mundo, se parece a un renacer. La naturaleza es el primer estadio de la humanidad; pero de ninguna manera puede ser su horizonte.

Pero hay también un tercer nacimiento. Ser humano es, por supuesto, ser parte de otra entidad que llamamos sociedad. Con todo el respeto posible al rousseaunismo de aquellos que nunca han leído de verdad a Jean-Jacques Rousseau, el hombre nunca ha existido enteramente por sí solo, sin vínculo con una comunidad de otros. 
Pero aquí hemos de ser muy cuidadosos. Idolatrar la esfera social, aceptar pasivamente los límites que resultan de la imposición de leyes y normas sociales, puede ser fatal para el avance humano. Aquí reside el lúgubre reino del nosotros de Martin Heidegger. Aquí está la multitud anónima sin cara que profetizaba Edgar Allan Poe, y a quien hoy en día se ha dado rienda suelta en internet.
Ser humanos es resistir, dentro de uno mismo, contra todo tipo de presión social, un lugar íntimo y secreto donde ese todo más grande no puede entrar. Si cae este santuario, quedarán las máquinas, los zombis y los sonámbulos.
Puede que en un primer momento este poder privado no esté accesible para nosotros. No nacemos humanos; nos convertimos en ello. La humanidad no es una forma del ser; es el destino. No es un estado permanente, que nos llega de repente y a todos, sino un proceso.
Ser humano también significa saber que uno puede ganar batallas, pero nunca la guerra. La muerte tendrá la última palabra. Si nos parece demasiado trágico, si nos perturba la sensación de que lo inhumano es la norma y lo humano la excepción, tenemos que intentar verlo como una fuente de salvación.
Por último, no estoy seguro de nada. La filosofía trabaja estrictamente en el campo de lo posible, no de lo conocible, así que sólo puedo apostar por lo que podría ser.
Bernard-Henry Lévy, Cuando apostamos por la nostalgia allanamos el camino al totalitarismo, el mundo.es 25/09/2018

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