Narcisisme i 'homo psicologicus'.
El primado de la sociabilidad pública y la lucha por los signos manifiestos
del reconocimiento empiezan a borrarse correlativamente al aumento de la
personalidad psi. El narcisismo
tempera la jungla humana por su abandono de las jerarquías sociales, por la
reducción del deseo de ser admirado y envidiado por sus semejantes. Profunda
revolución silenciosa de la relación interpersonal: lo que importa ahora es ser
uno mismo absolutamente, florecer independientemente de los criterios del Otro;
el éxito visible, la búsqueda de la cotización honorífica tienden a perder su
poder de fascinación, el espacio de la rivalidad interhumana deja paso a una
relación pública neutra donde el Otro, despojado de todo espesor, ya no es ni
hostil ni competitivo sino indiferente,
desubstancializado, como los personajes de P. Handke y de Wim Wenders. Mientras
el interés y la curiosidad por los problemas personales del Otro, aunque sea un
extraño para mí, siguen en aumento (éxito de las revistas «del corazón», de las
confidencias radiofónicas, de las biografías) como es propio de una sociedad
basada en el individuo psicológico, el Otro como polo de referencia anónima
está abandonado igual que las instituciones y valores superiores. Ciertamente,
la ambición social no se ha difuminado idénticamente para todos: categorías
enteras (dirigentes y ejecutivos de empresas, políticos, artistas, inteligentsia) siguen luchando duramente
para obtener prestigio, gloria o dinero; pero quién no se da cuenta de que se
trata ante todo de grupos pertenecientes, en grados diversos, a lo que se ha
dado en llamar una «élite» social, reservándose el privilegio de reconducir un ethos de rivalidad necesaria para el
desarrollo de nuestras sociedades. En contrapartida, para un número creciente
de individuos, el espacio público ya no es el teatro en el que se mueven las
pasiones «arribistas»; sólo queda la voluntad de realizarse aparte e integrarse
en círculos cálidos de convivencia, los cuales se convierten en los satélites psi de Narciso, en sus ramificaciones
privilegiadas: la decadencia de la íntersubjetividad pública no lleva sólo a
una relación exclusiva de sí mismo a sí mismo, sino que funciona con la
inversión emocional en los espacios privados que, no por inestable deja de ser
efectiva. Así, boicoteando el deseo de reconocimiento, temperando los deseos de
escalada social, el narcisismo prosigue de otra manera, desde dentro en este
caso, el proceso de igualdad de condiciones. El homo psícologicus aspira menos a sobresalir por encima de los demás
que a vivir en un entorno distendido y comunicativo, en ambientes «simpáticos»,
sin alturas, sin pretensión excesiva. El culto a lo relacional personaliza o
psicologiza las formas de sociabilidad, corroe las últimas barreras anónimas
que separan a los hombres, se convierte en un agente de la revolución
democrática, que opera continuamente la disolución de las distancias sociales.
En ese marco es evidente que la lucha por el reconocimiento no desaparece, más
exactamente se privatiza, manifestándose prioritariamente en los circuitos
íntimos, en los problemas relaciónales; el deseo de reconocimiento ha sido
colonizado por la lógica narcisista, se vuelve cada vez menos competitivo, cada
vez más estético, erótico, afectivo. El conflicto de las conciencias se
personaliza, está más en juego el deseo de complacer, seducir, durante el mayor
tiempo posible que el de clasificación social; también d deseo de ser
escuchado, aceptado, tranquilizado, amado. Es por eso que la agresividad de los
seres, el dominio y la servidumbre se dan actualmente no tanto en las
relaciones y conflictos sociales como en las relaciones sentimentales de
persona a persona. Por un lado, la escena pública y las conductas individuales
se pacifican por autoabsorción narcisista; por otro, el espacio privado se
psicologiza, pierde sus amarras convencionales y se convierte en una
dependencia narcisista en la que cada uno sólo encuentra lo que «desea»: el
narcisismo no significa la exclusión del otro, designa la transcripción
progresiva de las realidades individuales y sociales en el código de la
subjetividad. (pàgs. 69-71).
Gilles Lipovetsky, La era del
vacío, Anagrama, Barna 1986
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