He escollit lliurement?



Todos los lunes tengo que impartir una hora de “Alternativa a la Religión”, una pseudoasignatura en la que no se puede hacer nada, ni dar ningún tipo de temario ni hacer maldita la cosa con fines pedagógicos (contradicciones del sistema educativo. Si fuera la única…). Lo único que se permite de forma unánime es ver películas, así que como hombre obediente que soy, eso hacemos todos los lunes en la clase de 3ª ESO B.

Tengo la mala costumbre de dejar la elección de la película a última hora, así que siempre ando el lunes, veinte minutos antes de que empiece la clase, mirando con prisas en mi colección de películas cuál sería la adecuada para el alumnado. Empecé mirando la estantería de izquierda a derecha. Blade Runner no que es demasiado densa para los críos, 2001 demasiado lenta, Dogville no la van a entender, Troya ya se la he puesto, Reservoir Dogs ni de coña… ¡Bingo! Million Dollar Baby, de boxeo pero muy humana, perfecta.

Sin embargo, en ese momento me acordé de que Million Dollar Baby ya se la había puesto. Es más, me vino a la memoria todo el proceso de elección de esa película cuando lo hice la vez pasada y comprobé que había sido exactamente igual. Me vi a mi mismo empezando de izquierda a derecha y descartando las otras películas exactamente por las mismas razones que había dado ahora mismo. Los dos procesos habían sido idénticos, sólo los diferenciaba el haber ocurrido en fechas diferentes y que yo me hubiera acordado de que todo era una repetición.

La reflexión surge de modo evidente: ¿qué hay de libre albedrío en mi elección? Alguien que me conociera perfectamente podría haber predicho los descartes y sus respectivas razones, así como la película seleccionada. ¿He elegido libremente?

Mi idea es que no. Los seres humanos operamos por razones, por motivaciones, por causas que determinan nuestra acción. Yo escogí mi película en base a mi experiencia pasada eligiendo películas. Es más, repliqué exactamente mi experiencia pasada, el archivo que hay en mi memoria para elegir películas para la clase de los lunes con 3ºB. ¿No es esa siempre nuestra forma de actuar? ¿No estamos siempre aprendiendo y repitiendo? Vale pero, ¿dónde queda entonces la novedad de nuestras acciones?Stuart Hameroff lo explica muy bien en este texto (extraído de nuevo del libro de Blackmore):


Para hacer una analogía, imagina que has entrenado a un robot zombi para que cruce un lago en un velero, y en el otro hay tres embarcaderos, A, B o C, y el viento cambia constantemente. En este caso, el viento jugaría el papel de las influencias no computables, y los virajes y golpes de timón del velero serían los procesos algorítmicos deterministas para cuya ejecución se ha programado al robot zombi. Pero cada viraje estaría sometido a esa influencia no computable, de manera que el resultado – el puerto A, B o C en que atraca el velero – sería consecuencia de ambas influencias. Pienso que la experiencia de llevar a cabo este proceso determinista junto con esta influencia no computable es lo que llamamos libre albedrío. Por lo tanto, en ocasiones, hacemos cosas que son más o menos inesperadas incluso para nosotros mismos.

Creo que Hameroff se equivoca en varios puntos, si bien el planteamiento general es correcto. En primer lugar de lo que está hablando no es de libre albedrío sino de alatoriedad. Un proceso aleatorio (los golpes de viento) no tiene nada que ver con actos libres. Es como si dijéramos que cuando tiro un dado, éste elige libremente sacar una de sus seis caras. Y en segundo lugar, esa no computabilidad a la que se refiere tiene que ver con las fluctuaciones cuánticas de los microtúbulos de las neuronas, que según él y Penrose son las responsables de nuestra conciencia, teoría ésta, muy dudosa para la comunidad científica (sinceramente, no la entiendo).

Yo cambiaría la perspectiva afirmando que nuestra toma de decisiones es un sistema caótico en el sentido en que es muy sensible a pequeñas variaciones en las condiciones iniciales. Si mientras estaba escogiendo mi película mi canario se hubiese puesto a cantar, es posible que esta pequeña interferencia hubiera hecho cambiar mi decisión. Algo insignificante, impredecible, cambia el resultado, por eso la conducta humana es tan difícil de pronosticar, pero de ahí a libertad de elección va un trecho. Así que la metáfora de que somos robots zombi me parece correcta: robots en el sentido determinista de nuestra elección, pero zombis en el sentido de caóticos, torpes, volubles, muchas veces impredecibles.

Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, Cómo elegir una película ...,  La máquina de Von Neumann, 17/06/2010

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