L'escola de Frankfurt contra la Il·lustració.





Hubo que esperar hasta 1944 para ver lanzada desde la izquierda la primera ofensiva teórica de gran magnitud contra el corazón mismo del legado de la Ilustración. En efecto, en esa fecha Theodor Adorno y Max Horkheimer, pensadores judíos alemanes de tradición marxista refugiados en Estados Unidos, publicaron en Nueva York Dialéctica de la Ilustración

El libro en su conjunto atribuye a la razón en tanto que tal, y solo a ella, la responsabilidad de las catástrofes contemporáneas (...) Las recurrencias del irracionalismo, del fanatismo y hasta de los prejuicios son consideradas en último análisis como productos de la razón que ahora lo "ilustra todo". Lo esencial del texto está dedicado a profundizar en la paradoja de una Aufklärung que se destruye a sí misma, sin que ninguna pista clara se desprenda para salir de la encrucijada. En una fórmula muy provocativa, se dice incluso que la Aufklärung es "totalitaria": su espíritu de sistema la lleva a "someter todo aquello de lo que trata", pues tiene como ambición abarcar todo, poner todo al desnudo, explicar todo para utilizar todo. De este modo, empobrece lo real, que sólo considera una materia homogénea, cuantificable y previsible, y lo pliega a sus exigencias. 

La razón ha perdido, por tanto, su poder emancipador: la mejor prueba se proporciona en el excursus del primer ensayo, que trata sobre la relación entre Aufklärung y moral. Tiene por personaje central a Juliette, la heroína de Sade, cuyos principios de conducta se comparan con los de la moral kantiana. Aquí los autores apuntan precisamente hacia la Ilustración francesa y alemana del siglo XVIII. Pero esta ilustración tiene también el rostro gesticulante de la razón instrumental que mutila la vida, el pensamiento y la naturaleza. Se presenta bajo su aspecto más sombrío. 

Todo el esfuerzo consiste aquí en relacionar la moral de la Juliette sadiana y la de Kant, reduciendo finalmente la segunda a la primera. La argumentación se basa en la idea de que Kant considera la razón como el único fundamento de la obligación moral. Pero, según Adorno y Horkheimer, es imposible deducir cualquier obligación moral de la razón sola, que se resume en procedimientos formales y en un objetivo de sistematicidad. En tanto que tal, la razón formal puede ser puesta al servicio de "no importa qué interés natural": la búsqueda sistemática del bien no es más que una posibilidad entre otras, y la búsqueda del mal, explorada por Sade, es otra, igual de compatible con las existencias de la moral de Kant.  Esta crítica vitriólica desemboca en una conclusión  inapelable. La "moral ilustrada" y humanista, la de las Luces europeas, es sólo una ilusión; lleva en sí la posibilidad de los crímenes más odiosos, ya que, de manera paradigmática e incluso profética, Juliette contempla con entusiasmo la destrucción de toda la humanidad. La continuación de la historia lo prueba: Juliette es la verdad de Kant, y del imperativo categórico a Hitler la consecuencia es acertada. 

La irracionalidad evidente de la mística nacionalista de los nazis y su odio a la ilustración y a la revolución francesa no son objeto de ninguna atención especial por parte de Adorno y Horkeheimer. En general, el irracionalismo y el rechazo del razonamiento científico, típicos de la tradición conservadora, no son criticados en ninguna parte. Al contrario, la proximidad de las tesis de la Dialéctica de la ilustración a las de la reacción intelectual alemana de principios del siglo XIX es perceptible en toda la obra, y además es parcialmente reivindicada por los dos autores que citan favorablemente, Nietzsche y Ludwig Klages. Indican igualmente en varias ocasiones su interés por el pensamiento de Joseph de Maistre. Este interés por el pensamiento reaccionario no es nuevo: en 1938 Adorno rindió un encomiable homenaje en una conferencia radiofónica a Oswald Spengler, figura eminente de la revolución conservadora.  (29-31)

Stéphanie Roza, ¿La izquierda contra la Ilustración?, Pamplona, Editorial Laetoli 2023

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