El sentit del projecte d'Elon Musk.








Elon Musk piensa en términos de muy larga duración, desorienta y desconcierta a los que ya se afanan por proyectarse en el futuro efímero de su propia existencia. En la medida en que pensar en términos de milenios, como hacen los historiadores y los filósofos dignos de este nombre —Joaquín de Fiore y Vico, Hegel y Spengler, Toynbee, Keyserling y Frobenius, Malraux, más cerca de nosotros…—, resulta una disciplina que raras veces se practica, pensar en términos de porvenir del hombre en el caso sin embargo previsto de la desaparición del planeta Tierra es un ejercicio desatendido. La ciencia ficción es la única que ocupa este terreno, la filosofía se desentiende.

El proyecto de Musk tiene sentido, el del transhumanismo: considerando la duración limitada de la vida del hombre en la Tierra, quiere en primer lugar cambiar al hombre y atribuirle otro biotopo. Por lo tanto, modificar lo humano y expandirlo, incrementarlo, esculpir su hombre nuevo con el transhumanismo, cuyo brazo armado es Neuralink. Después pretende cambiar el medio del hombre y encontrar un lugar de sustitución para ese humanoide. De ahí los experimentos de SpaceX, su otra empresa, que diseña viajes espaciales, intersiderales, intentando inventar nuevos carburantes capaces de resolver el problema de la duración y la velocidad de los desplazamientos de años luz. (…)

El proyecto de colonizar Marte ocupa a la NASA tanto como a Musk. La agencia espacial americana recluta voluntarios para una misión de un año consistente en vivir en una base de Texas en las condiciones de una vida extraterrestre, en un espacio de 158 metros cuadrados fabricado por impresión 3D. Ahora mismo, las condiciones de reclutamiento son precisas: primero ser estadounidense, luego tener buena salud, no fumar, tener más de 30 años pero menos de 55, hablar inglés, dominar la ingeniería, las matemáticas, la física, la biología y la informática, tener una experiencia profesional de dos años en alguno de estos campos o tener un carnet de vuelo de más de mil horas. Los elegidos efectuarán investigaciones científicas, se familiarizarán con la realidad virtual, los mandos robóticos y simularán salidas al espacio reconstituido. Se trata de preparar un vuelo a Marte con parada en la Luna transformada en sala de espera. Ya hay rusos, europeos y chinos que han participado.

Llegado el momento, este posthumano probablemente asumirá almas digitales cargadas en cerebros humanos, tal vez clonados y a su vez incorporados a exoesqueletos. ¿Para qué, si no, trabajar en todas estas direcciones? Los hombres vivirán una vida virtual en un universo hostil. Y estas vidas, de unos elegidos por otros más elegidos que ellos, estarán unidas —¿pero por quién?— a una matriz total que pilotará el conjunto. Pero ¿para hacer qué? Malraux decía: “¿Qué gracia tiene conquistar la Luna si es para suicidarse allí?”. Hoy, desprovistos de almas, ¿quién nos dice que los hombres acéfalos en los que nos hemos convertido no están ya muertos?

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