La IA, corregir l'humà com un error.








(Desde sus orígenes ha habido una evolución nihilista de la IA) No ha habido un propósito que acompañara a su desarrollo pese a ser una tecnología que no es simplemente facilitadora sino que nace con la vocación de generar poder, un poder de cambio. Ese poder utópico que está inserto en su ADN. Imitarnos sin imperfecciones. Al no tener propósito ni una configuración sistémicamente ética es nihilista. El poder por el poder. Es el debate que desde el republicanismo romano preocupa a la política democrática. Cómo controlar la tendencia a la hegemonía del poder cuando se desarrolla sin regulación ni límites.

(La IA)Busca replicar. Está en la vocación aspiracional de Turing: el impacto de la muerte de un amigo le lleva a decir a sus padres que va a replicar la inteligencia de su hijo para que siga vivo. Esa lógica espiritualizada de una réplica que sustituye lo perdido nos conecta con el mito casi fundacional de la civilización occidental. Hay un elemento profético en la IA que no identificamos porque se ha sistematizado lógicamente. En la apoteosis de la inteligencia artificial está la magia, el poder de seducción de lo mágico.

Y en esa idea de replicar un cerebro desprovisto de los defectos que llevan al ser humano a equivocarse, porque su complejidad orgánica y cultural le hace tomar decisiones equivocadas que no hacen uso de una inteligencia lógica estadística que confunde la precisión con la verdad, tenemos que reconocer que en el ADN de la IA está la utopía correctora de lo humano como error. Y establecer una idea de justicia basada en superar todas las imperfecciones humanas. Y ahí, sin que los tecnólogos lo intuyan de manera precisa, existe una corriente totalitaria. Romper los límites está en la esencia de la IA. No hay fronteras. Y donde no hay fronteras ni límites, no hay ética.La máquina de vapor y la revolución industrial fundamentan la aparición de las clases medias, capaces de colaborar con esa revolución con su trabajo intelectual. El trabajo del abogado, el ingeniero, el arquitecto, el creativo, es lo que la IA socava. El trabajo humano intelectual vale menos.

De eso tendríamos que estar discutiendo mientras crece la desigualdad por un uso intensivo de la transformación digital, teniendo la IA como protagonista que desplaza a la inteligencia humana de los trabajos que han soportado el expertise del capitalismo postindustrial y ahora del capitalismo cognitivo. Un capitalismo que genera plusvalías alrededor del conocimiento, pero ya no humano, sino de uno mediado por máquinas.

El pacto social que sostuvo el Estado del bienestar se rompe para configurar un diseño donde el capital está en manos hegemónicas del dueño del algoritmo, que además no paga impuestos por él, y el trabajo en manos de máquinas, plataformas, inteligencias artificiales. Eso explica la concentración de riqueza en las manos de unos pocos y la pérdida de poder adquisitivo de las clases medias y el enfado de éstas que alimenta el populismo. Hay un desalineamiento de la clase media respecto a la democracia que está tensionando nuestras sociedades.


El problema no es hoy la desinformación, un problema para las democracias liberales, es la inautenticidad, que la IA sea capaz de crear, a partir de la información que tiene sobre mí, una conversación como la que estamos manteniendo, radicalmente distinta pero creíble. Y que un sujeto informado dude, por lo que los mecanismos de control acaban en otra IA. Eso destruye la democracia y nuestra civilización, atenta contra la estructura epistémica que ha fundamentado el conocimiento y la verdad. Cuando Hannah Arendt en La condición humana reflexiona sobre la autenticidad de lo humano en el mundo, no es comer un producto bio, es sentir que estás tocando la realidad. Y eso puede desaparecer delante de nuestros ojos sin enterarnos.

(El riesgo mayor al que nos enfrentamos es) Colocarnos dentro de 20 años frente a alguien con quien no podemos dialogar desde la confiabilidad y un estatus amigable, recíproco, sino de un otro que proyecta sobre nosotros una mirada sintética, que no nos entienda y nos vea como amenaza. No estamos generando capacidades en esa alteridad para tener posibilidad de construir democracia, que es una conversación civilizada.

El ser humano tiene que aportarle a la máquina la conciencia que no va a tener. Y esa conciencia implica no solo un código ético, sino un código moral. Y crear una alteridad artificial tiene un impacto sobre nosotros. Debemos pensar en qué plano poner a ese alguien. Estamos creando un titán, y está en juego que sea un hombre divinizado quien se ponga sobre sus hombros para ver más lejos o convertir al titán en un dios que gobierne a seres humanos enanos.

Justo Barranco, entrevista a José María Lassalle: "En su ADN la inteligencia artificial busca corregir lo humano como un error", La Vanguardia 14/04/2024


Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

La ciència del mal (Simon Baron-Cohen).