Creativitat i sorpresa.




Resulta asombroso cómo, entre los millones de estímulos que recibe a diario, el cerebro es capaz de identificar cuándo algo se sale de lo normal, por nimio que sea: un grifo con menos caudal de lo habitual, una persona que se peina de manera distinta o un ruido diferente en un automóvil. Es probable que, desde el origen de los tiempos, el ser humano aprendiera a atender prioritariamente a aquellos fenómenos que se salían de su predicción, porque en esas distorsiones podía ir embebido un peligro. Por ejemplo, un alimento con olor desagradable, un río con más caudal de lo habitual o un animal agresivo en exceso. Y es igualmente probable que, desde tiempo inmemorial, los seres humanos aprendieran a utilizar este fenómeno a la inversa, es decir, provocando ellos mismos alteraciones para llamar la atención de los demás. Tal vez estos fueron los primeros actos de creatividad humana: maneras de actuar sorprendentes, atuendos llamativos e incluso sonidos peculiares que, instantáneamente, hacían volver la mirada de quienes rodeaban a aquellos primeros creativos. Los beneficios de esta manera de actuar son obvios, porque capturar la atención de alguien es, a menudo, la antesala de una interacción provechosa. Así pues, los que llamaban más la atención seguramente podían tener más opciones para reproducirse, más capacidad de influir o más posibilidades de intercambiar su mercancía.

Jesús Alcoba, Todas las caras de la creatividad, El País 16/02/2020

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