Confiança i dependència.




En el plano primario personal e interpersonal, la confianza la activa el saber que el otro responderá adecuadamente a nuestras expectativas en lo que esté en su mano. Los vínculos afectivos más elementales humanos nacen para generar confianza. El apego, el amor y la amistad son vínculos emocionales que han ido evolucionando para producir estados de confianza, que son los que permiten establecer la compleja organización de tareas que constituyen las sociedades desde sus más elementales estadios como son la reproducción y crianza de los hijos hasta los más complicados como son la división social del trabajo, la economía y la política. Las religiones nacieron para generar confianza incluso bajo las incertidumbres de un mundo lleno de peligros. En el origen de los dioses está el contener el caos e introducir el orden en el mundo. No hay religiones sin algún Génesis que explique cómo se domesticó la fuerza del azar y el desorden. Los estados nacieron a la par que las religiones como promesa de orden, incluso al precio de la opresión y el dominio de castas poderosas de nobles, guerreros y sacerdotes.


La modernidad trajo una inversión de las fuentes de la confianza: allí donde estaba el destino y la Providencia, aparecieron la trama sociotécnica y los estados nuevos basados en el conocimiento y el biopoder. Sobre la superficie del Planeta se generó una capa artificial compuesta de un complejo sociotécnico de artefactos, procesos e instituciones. Cuando Jameson escribió su repetida frase de que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo estaba refiriéndose, probablemente sin ser consciente de ello, a los lazos sociotécnicos producidos por la modernización, tales que parecen sustituir a la Naturaleza en su capacidad de decidir el futuro de las gentes. El orden establecido produce confianza y ello explica nuestras sumisiones voluntarias incluso al precio de los daños y desigualdades que produce este orden.



Tenían razón Marx y luego Schumpeter cuando se referían a la modernidad como una destrucción continua de las viejas formas de orden y la constitución de otras nuevas. No explicaron, sin embargo, que las nuevas formas de orden se asientan sobre redes de relaciones cada vez más complejas que crean nuevas formas de dependencia en varios niveles ontológicos. Mientras que las sociedades premodernas se asentaban en formas de orden híbridos en los que los fuertes lazos sociales se articulaban con las regularidades y contingencias naturales, en las sociedades modernas, los lazos sociales tienen menos importancia que las dependencias sociotécnicas. Entiendo por estas dependencias articulaciones de entornos técnicos y entornos institucionales que median unos con otros.

Fernando Broncano, Confianza y crisis, El laberinto de la identidad 08/03/2020

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