Una de mis últimas lecturas ha sido el libro El gato que venía del cielo , de Takashi Hiraide, publicado en Alfaguara en 2014 (aunque la obra original en japonés es del año 2001). En el transcurso de la lectura de esta poética novela me encontré con el siguiente fragmento: Decidí que, fuese donde fuese, al menos teníamos que ver el gran olmo. En aquella zona residencial todas las casas eran de dos plantas, lo cual permitía ver su exuberante follaje desde cualquier sitio, incluso el pie del árbol si se trataba de la planta alta. El olmo tenía una historia. Bajo el pino joven que crecía a su abrigo yacía un ser pequeño como una perla. Si mi mujer era capaz de pensar en eso al contemplarlo desde la ventana, quizás podría abandonarse a un olvido que llegaría lentamente. Fui a la biblioteca a consultar algunos textos generales de geometría y empecé a estudiar cálculo de ángulos. Encontré un gráfico que explicaba de una forma muy sencilla los sistemas utilizados por los antigu
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