Aristòtil, el llenguatge i la sofística.




... las aporías suscitadas por los sofistas renacen apenas resueltas, se imponen obsesivamente, y provocando ese “asombro” siempre renovado que sigue siendo para Aristóteles, como para Platón, el punto de partida de la ciencia y la filosofía. (93)
... esa indiferencia hacia la verdad es lo que ha hecho que de los sofistas los fundadores de la dialéctica, es decir, de un arte que enseña a presentar igualmente verosímiles el pro y el contra de un mismo problema. Precisamente porque no es preocupa en absoluto la verdad de las cosas, los sofistas han concentrado todos sus esfuerzos sobre la eficacia del discurso, haciendo de éste un arma incomparable para transmutar lo falso en verdadero, o al menos en verosímil. (94)
... lo que diferencia al sofista del filósofo no es tanto la naturaleza misma de sus problemas como la “intención” con que los abordan: de verdad en un caso, de ganancia en el otro. (94)
... en el dialogo ordinario, el discurso rara vez es puro; lo más frecuente es que sea un medio para sugerir una intuición, una percepción, una experiencia; en suma, un medio para remitir al interlocutor a las coses mismas; pero en la discusión con un sofista tal recurso no está permitido, pues en este caso, por definición, el adversario lo es de mala fe, se niega a comprender con medias palabras y no admite que la polémica salga del plano del discurso, y vaya al dominio problemático, por no inmediato de las cosas. (94)
... sean cuales sean las intenciones de los sofistas, sus argumentos están ahí, y más apremiantes por menos vividos, por más anónimos. Acaso por no haber podido conocer personalmente a losa del siglo V, Aristóteles se siente más inclinado que Platón a tomar en serio sus discursos, todavía presentes y, sino irrefutables, al menos aún no refutados. (95)
... si Aristóteles considera la crisis como aún abierta, si se impone como un deber fundamentar de nuevo, contra los sofistes, la posibilidad de la ciència y la filosofia, ello se debe a que el platonismo, más que acabar con las dificultades, las ha enmascarado. (95)
... el aristotelismo no es tanto una rama derivada del platonismo como una respuesta a la sofística, allende Platón. (95).
... no se responde a argumentos lógicos con argumentos ad hominem, como tampoco con mitos. Al discurso solo puede responderse con el discurso, y a su coacción solo con otro de la misma naturaleza. Hay, pues, que aceptar el terreno que los sofistes nos imponent, però volviendo contra ellos sus propias armas. (96)
La omnipotencia del discurso es un lugar común de retóricos y sofistas: “El discurso –dice Gorgias en el Elogio a Elena- es un poderoso maestro que, bajo las apariencias más tenues e invisibles, produce las obras más divinas” (82 B11, 8 Diels-Kranz). Pero no todas las funciones del lenguaje son exaltadas por igual: los sofistas omiten su función de expresión o transmisión, para quedarse solo con su poder de persuasión. Para retóricos y sofistas no es tanto hablar de como hablar a; el objeto del discurso importa menos que su acción sobre el interlocutor o el auditorio; el discurso, empresa humana, es considerado exclusivamente como instrumento de relaciones interhumanas. (...) la verdadera potencia del discurso se revela (...) cuando es ella la que sustituye a la evidencia de las cosas, haciendo parecer verdadero lo que es falso, y falso lo que es verdadero. (97)
La ciencia del discurso se convertía, para los sofistas, en la ciencia universal; no solo en el sentido banal que todo saber particular cae bajo su incumbencia desde el momento en que se expresa, sino en el de ninguna actividad humana se actualiza, ni llega a ser eficaz, si el discurso no le presta su fuerza (el médico es incapaz de hacer que admita sus drogas un enfermo desconfiada si no se ayuda con los recursos de la retórica) (97)
Parece claro, como dice W. Jaeger (Aristóteles), que Aristóteles ha sido el primero que “rompe el vinculo entre la palabra y la cosa, entre el logo y el on, así como el primero que elabora una teoria de la significación, es decir, de la separación y relación a un tiempo entre el lenguaje como signo y el ser como significado. (98)
Fuesen cuales fuesen las divergencias entre los sofistas en cuanto a su teoría del lenguaje (...) (coinciden en que) estas teorías son, podríamos decir, teorías inmanentistas del lenguaje; el lenguaje es para ellos una realidad en sí, que es una misma cosa con lo que expresa, y no un signo que hubiera que rebasar en dirección a un significado no dado, sino problemático –lo que supondría cierta distancia entre el signo y la cosa significada.

Esa ausencia de distancia entre la palabra y el ser justifica por sí sola las paradojas por cuyo medio Aristóteles obtendrá las consecuencias extremas de la posición sofística. (98)


Pierre Aubenque, El problema del ser en Aristóteles, Taurus Ediciones, Madrid 1984

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