Existir és fer-se un selfie.
Todo es raro y contradictorio hoy en día. Demasiada gente ingenua se ha convencido de que cosa que cuelga en las redes (Facebook, Twitter o lo que sea), la va a contemplar el universo mundo , cuando lo más seguro es que pase tan inadvertida como las sesiones de diapositivas a que antaño se sometía a cuatro amistades cuando nuestros padres volvían de un viaje, o como los comentarios que se hacían en el café ante los compinches habituales. La gente está demasiado ocupada colgando sus fotos y lanzando sus tuits para molestarse en ver o leer los de los demás. El lema de nuestro tiempo debería ser: “Cada loco con su tema”, y el único tema –y de todos– es uno mismo. “Mira lo que me voy a comer”, y envían foto de un plato. “Mira dónde estoy”, y envían la de un vertedero o una puerta o la espantosa estatua gigante de una rana en el Paseo de Recoletos (ya hablé de esa afrenta). “Mira con quién estoy”, y arrojan la de un locutor o caricato con los que se han topado en la...