Contra el amigo del comercio.
Hay que reconocer que Antonio Escohotado se lo pone difícil a sí mismo. En 1999, tres años después del affaire Sokal, publicó Orden y caos, un ensayo donde se colocaba al socaire del constructivismo social y cuyas exóticas afirmaciones científicas provocaron el estupor de numerosos físicos.
Ahora, en lo más crudo de la crisis económica global, presenta el
segundo volumen de una profusa teodicea empresarial en la que alerta de
los peligros potenciales de las críticas al comercio. Un elogio del
presente que, de nuevo, tiene todas las papeletas para dejar atónitos a
quienes están padeciendo las consecuencias efectivas de treinta años de
neoliberalismo.
Los enemigos del comercio se presenta como una aventura
intelectual audaz, “sin precedente en la bibliografía mundial”, imagino
que en el buen entendido de que tal cosa es una virtud. Sin embargo, ni
en el primer volumen de la obra ni en las páginas psicodélicas que
introducen esta segunda entrega –un cajón de sastre de teología, física
relativista, fractales y librecambismo–se dan argumentos que sustenten
esta generosa autoevaluación. El ensayo de Escohotado tiene toda la
apariencia de una historia intelectual del proceso de modernización
erudita pero convencional.
Los enemigos del comercio también aspira a una radical contemporaneidad metodológica. El autor insiste
de un modo ligeramente sonrojante en que su uso de “los algoritmos que
permiten lanzar búsquedas en la Red” –lo que viene siendo Google– le ha
permitido superar a los “historiadores del movimiento comunista” que, en
cambio, “han permanecido ajenos a cualquier complejidad”. Cuando –y sin
que ello suponga necesariamente un desdoro–casi siempre recuerda más,
en la forma y en el fondo, a los Heterodoxos de Menéndez Pelayo que a alguna clase de hipertexto.
A lo largo de setecientas páginas Antonio Escohotado
repasa entre sumaria y sumarísimamente las tesis de prácticamente todas
las voces que la tradición ha considerado relevantes en la constitución
de los grandes conflictos políticos de la modernidad. Desde economistas
clásicos como Say o Ricardo hasta revolucionarios como Trotski pasando
por Bentham, Fichte, Hegel, Blanqui, Enfantin y Bazard, Stirner, los
luditas, empresarios como Arkwright y un larguísimo etcétera que, por
supuesto incluye a Owen, Proudhon, Marx, Engels y Bakunin.
Inevitablemente el balance es extremadamente irregular. Hay textos muy
sugerentes, como una lectura empática y cuidadosa de Sismondi o
Saint-Simon, el análisis de la estructura social de algunas comunidades
de colonos norteamericanas y, en general, la recuperación de la tesis de
Schumpeter acerca de la densidad sociológica de la labor empresarial.
Pero también abundan los juicios de tono oracular virulentos, arrogantes
y poco parsimoniosos.
A pesar del desorden formal, la obra tiene un hilo conductor claro:
se trata de la autocomprensión ideológica de las élites económicas
capitalistas al menos desde Montesquieu. La idea es que el comercio
cumple dos funciones que se retroalimentan. En primer lugar, es un
formidable motor de transformación social a través de la innovación
tecnológica y el consumo. En segundo lugar, es un generador de concordia
en la medida en que reduce las áreas de la vida común que requieren de
consenso político y, por tanto, minimiza las fuentes potenciales de
conflicto. Dicho de otra manera, el mercado es una fuente extrapolítica
de civilidad política. Escohotado coloca a todos los autores y
movimientos políticos que analiza a un lado u otro de esta divisoria
moral que a menudo se convierte en un lecho de Procusto, pues
caricaturiza un terreno argumentativo enormemente complejo. Sin ir más
lejos, seguramente nadie ha realizado un elogio tan poderoso del papel histórico progresista de la burguesía como Marx y Engels en El manifiesto comunista.
El propósito de Escohotado es demostrar que las propuestas políticas
que han tratado de frenar o limitar el desarrollo comercial son el
resultado de una pulsión mesiánica nihilista que conduce al
enfrentamiento social. Para ello propone una interpretación finalista
del antagonismo político moderno. Diagnostica a lo largo de la historia
humana sucesivos destellos de una lógica milenarista enemiga de la
propiedad. Una dinámica que se va elaborando pragmática y teóricamente
hasta que, tras la revolución rusa, se consolida en el socialismo
soviético como su realización más acabada. De este modo, el socialismo
autoritario no es una declinación contingente –y por tanto evitable– del
igualitarismo sino su consumación necesaria.
Los enemigos del comercio ridiculiza a quienes no abrazan
con entusiasmo atlético el laissez-faire y la tecnofilia
caracterizándolos como lunáticos sanguinarios obsesionados por compartir
su cepillo de dientes. En ocasiones el autor bordea la manipulación,
como cuando hace referencia a los treinta mil muertos de la Comuna de
París de 1871 pero se olvida de mencionar que fueron asesinados durante
la represión del alzamiento. Una interpretación más deportiva tendría
que empezar por reconocer que las críticas decimonónicas a algunas
formas de propiedad privada tuvieron que ver básicamente con la
percepción de que la mercantilización generalizada limitaba los procesos
de democratización. Los movimientos emancipatorios trataron de
detectar, explicar y revertir aquellas corrientes subterráneas de
sometimiento que circulaban bajo la bruñida superficie comercial de las
sociedades avanzadas.
Es digno de mención que Escohotado evita con un cuidado exquisito
analizar aquellos aspectos menos moralizantes del proceso de expansión
comercial. El mercado de trabajo moderno rara vez se ha constituido
espontáneamente a base de incentivos salariales. A menudo ha sido el
resultado de intervenciones violentas y autoritarias. En Los enemigos del comercio,
en cambio, todo es voluntariedad y beneficio mutuo. Aún más, según
Escohotado, los historiadores que se han ocupado de asuntos tales como
las leyes de pobres, la expropiación de tierras comunales, el
imperialismo, el descenso de los niveles de vida, el trabajo infantil o
la miseria fabril han promovido una imagen sensiblera, lacrimógena y
finalmente falaz de los orígenes del capitalismo. Es una hipótesis como
otra cualquiera, pero tamaño desafío a más un siglo de estudios
especializados sobre esos procesos tal vez requeriría el respaldo de una
bibliografía secundaria digna de tal nombre y no sólo soflamas de alta
graduación retórica.
César Rendueles, Un elogio del presente, Babelia. El País, 16/11/2013
Los enemigos del comercio. Una historia moral de la propiedad II. Antonio Escohotado. Espasa. Madrid, 2013,
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