El somriure de Maquiavel.
Maquiavelo y El príncipe han tenido mala reputación durante siglos. Usted, tanto en su biografía La sonrisa de Maquiavelo como en otras de sus obras, ha intentado corregir lo que considera un malentendido.
El príncipe ha sido gravemente malinterpretado. El primer
malentendido es la idea de que Maquiavelo compuso su pequeña obra en
torno a 1513 para conseguir un trabajo en el régimen de los Medici, que
se había instalado a finales de 1512. Eso es sencillamente falso porque
Maquiavelo no escribió en El príncipe argumentos o frases que
buscaban complacer a los Medici. Él quería que los Medici hicieran algo
importante por Italia. Quería que hiciesen lo que le parecía necesario y
urgente para Italia. Por decirlo de forma sencilla, El príncipe de
Maquiavelo no es la obra de un adulador sino de un hombre que amaba su
país “más que su alma” y quería que este fuera libre. Por esa razón
buscaba en el contexto político de su tiempo agentes políticos que
pudiesen alcanzar lo que necesitaba Italia. El segundo malentendido
importante en torno a El príncipe es que Maquiavelo teorizó la
supuesta autonomía de la política con respecto a la ética; es decir, que
la política tiene sus propias leyes, sus propios principios, y que las
acciones de los príncipes no se pueden juzgar a partir de criterios
ordinarios de moralidad, compasión, integridad y conocimiento. La razón
por la cual esta idea no tiene ninguna base en el texto es que
Maquiavelo afirma la necesidad de los gobernantes de violar los
principios morales y practicar el mal cuando sea necesario en una serie
de capítulos –15, 16, 17 y 18– que tratan del tema siguiente:
cómo se juzga a los seres humanos, cómo se les alaba o se les condena.
Ahora bien, en esos capítulos Maquiavelo habla de príncipes, pero lo que
dice es válido para todos los seres humanos. En otras palabras, no
señala principios para juzgar las acciones de príncipes y principios
para juzgar las acciones de los seres humanos corrientes. Los principios
son los mismos. Maquiavelo simplemente observa que hay circunstancias
excepcionales en las que los príncipes pueden verse obligados a ser
traicioneros, crueles, infieles. Pero, y esto es algo fascinante, ahora
sabemos que mientras Maquiavelo componía El príncipe estaba, casi con total seguridad, escribiendo la célebre comedia La mandrágora. Se trata de un descubrimiento reciente. Y es extremadamente importante porque, si observamos estas dos obras –El príncipe y La mandrágora,
que habla de ciudadanos normales, no de príncipes–, vemos que
Maquiavelo llega a las mismas conclusiones con respecto a la ética y el
comportamiento humano. En Maquiavelo no aparece la idea de que la
política tiene autonomía respecto a la ética.
El príncipe es un libro esencial en la teoría política moderna, pero usted dice que muchas veces se ha leído mal.
A menudo se lee El príncipe de
Maquiavelo como un texto científico, en el que Maquiavelo observa la
vida política desde un punto de vista distanciado, frío e imparcial, el
espíritu del científico, y donde intenta aislar leyes políticas
empíricas. Esa interpretación es un anacronismo evidente. Maquiavelo
compuso El príncipe siguiendo las reglas del arte de la
retórica que habían establecido los teóricos romanos de la elocuencia.
Emplea metáforas, imágenes y termina el libro con una exhortación que
pide la liberación de Italia del dominio extranjero. La exhortación es
un instrumento retórico típico; las oraciones políticas deben terminar
con una exhortación y eso es lo que hace El príncipe. No es un
texto científico, sino la obra de un hombre que no solo escribía para
describir y explicar la vida política, sino para impulsar a alguien a
actuar. Un politólogo, por definición, debe ser imparcial, mantener una
distancia. Maquiavelo no era así: su estilo es apasionado, busca generar
un compromiso. A veces, su prosa tiene un tono profético. No deberíamos
olvidar que Maquiavelo termina El príncipe con unos versos de
Petrarca. Creía en el valor profético de la poesía. Un científico no
escribe así. Si uno de mis compañeros terminara un ensayo de ciencia
política con un poema, le tomarían por loco.
Maquiavelo
trabajó para el gobierno de Florencia. Realizó importantes misiones
diplomáticas. Con el cambio de régimen, fue acusado de conspiración,
encarcelado y torturado. ¿En qué medida es importante su trayectoria
personal para comprender El príncipe?
Maquiavelo llenó El príncipe de
la experiencia política y diplomática que había acumulado entre 1498 y
1512. Eso se ve en el libro de varias maneras. Por ejemplo, en algunos
capítulos, especialmente cuando describe la experiencia de César Borgia,
duque de Valentinois, encontramos las mismas consideraciones que había
desarrollado en 1502, cuando la República de Florencia lo envió en una
misión ante Borgia. En otras palabras, Maquiavelo era un escritor
político que analizaba su propia experiencia política y que reflexionaba
a partir de ella. Además, si queremos entender El príncipe,
debemos pensar quién era Maquiavelo en 1513 y 1514. Un hombre derrotado,
herido, desconsolado. Eso es esencial para comprender El príncipe.
Entre noviembre y diciembre de 1512, Maquiavelo perdió su trabajo, su
posición social, su prestigio y sobre todo la posibilidad de practicar
su verdadera vocación: la actividad política. Ese hombre, recluido en la
soledad de su casa de campo en Sant’Andrea in Percussina, escribe El príncipe. Ese libro lo
obligaba a intentar ser otra vez él mismo, una persona dedicada a las
grandes ideas de la política. En resumen, diría que la experiencia
personal de Maquiavelo es importante para entender El príncipe en
dos direcciones. En primer lugar, por el valor que tiene su experiencia
profesional como funcionario activo y de alta graduación. Y, por otra
parte, era un hombre que intentaba redimirse escribiendo El príncipe, un texto que trata de la redención de Italia.
Ha dicho que El príncipe está escrito contra dos tradiciones, la política de los Medici y la tradición ciceroniana.
Maquiavelo
criticaba la forma de hacer política de los Medici y la filosofía
política humanista basada en Cicerón. En el caso de los Medici,
criticaba la política del amiguismo y del patronazgo, así como la
práctica de repartir favores: dar dinero a los amigos, ayudarles con
donativos, echarles una mano cuando tenían problemas con la ley y
conceder distinciones públicas a cambio de lealtades. Maquiavelo sabía
que a través de esos métodos los Medici habían conseguido gobernar
Florencia durante sesenta años, entre 1434 y 1494. ¿Qué había por tanto
de malo en esa política? El objetivo de Maquiavelo al escribir El príncipe era
motivar, educar e inspirar a un redentor de Italia, un político capaz
de hacer grandes cosas, no un líder hábil y astuto que supiera crear una
réplica de un régimen caprichoso como el que los Medici habían
establecido en Florencia. La forma de practicar la política de los
Medici era caprichosa, mezquina e indigna, y resultaba totalmente
incapaz de afrontar los problemas de Italia. Ocurre algo parecido con la
otra tradición que critica Maquiavelo, la tradición humanista y
particularmente la ciceroniana. El argumento es bien conocido. Según
Quentin Skinner, El príncipe critica el principio humanista que
dice lo siguiente: si un príncipe quiere preservar su Estado y la
gloria, no debe violar los principios de la honestidad. En concreto, la
humanidad, la justicia, la liberalidad y la clemencia. Maquiavelo
escribe que, si un príncipe sigue en todas las circunstancias el
principio de la honestidad no conservará su Estado ni obtendrá la
gloria: al contrario, perderá su Estado y será olvidado o culpado por
sus acciones. Creo que es cierto, pero hay que tener en cuenta un dato
importante: Maquiavelo no tenía a su alcance los libros de esos
humanistas. Sencillamente, no podía haberlos leído. Por tanto, lo que
estaba criticando era el lenguaje ciceroniano y humanista que circulaba a
finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI en Florencia. Sabemos
que en las reuniones públicas, en consejos deliberativos de la república
de Florencia, los ciudadanos y magistrados usaban a menudo argumentos
ciceronianos. Es el tipo de lenguaje que criticaba Maquiavelo; pretendía
revisar ese lenguaje para formar o educar a un político capaz de
realizar esa ardua tarea de la unificación italiana. No hay que olvidar
que el gran héroe de El príncipe es Moisés: un líder que
cometió actos crueles a fin de alcanzar el objetivo de redimir a los
judíos de la esclavitud en Egipto y llevarlos hacia la tierra prometida.
by Vicente Martí |
Otro de los aspectos controvertidos es la razón de Estado.
Sí,
pero Maquiavelo nunca utiliza la expresión “razón de Estado”. Este
sintagma apareció por primera vez en la teoría política en una obra de
Guicciardini, Diálogo sobre el gobierno de Florencia, compuesta
entre 1521 y 1524. Cuando Maquiavelo dice que es posible que el
gobernante, el líder o el fundador necesite violar los principios de
integridad, humanidad, liberalidad y clemencia, no habla de manera
abstracta; no establece la teoría de la “razón de Estado”. Simplemente,
escribe que la práctica, la experiencia política concreta, muestra que
hay circunstancias en las que el príncipe debe actuar inmoralmente. La
diferencia entre Maquiavelo y la teoría de la “razón de Estado” que hizo
célebre Giovanni Botero en su libro Della ragion di Stato,
publicado en Venecia en 1589, es que, según la teoría, un político tiene
derecho a usar cualquier medio para conservar el Estado y aumentar su
poder. Para Maquiavelo, el príncipe no tiene ese derecho; se le pude
excusar si realmente se ve obligado a recurrir a medios inmorales. Por
decirlo de la forma más sencilla posible, la teoría de la “razón de
Estado” justifica todas las acciones de los príncipes, siempre y cuando
estos actúen para proteger el poder del Estado. El argumento de
Maquiavelo es mucho más restrictivo, y se presta mucho menos a dar a los
príncipes una justificación para desviarse de principios morales.
Para muchos, Maquiavelo, como Hobbes, sería uno de los padres del pensamiento político realista.
Todo
el mundo dice que Maquiavelo es un pensador político realista. Yo diría
que su realismo era muy especial. Era realista en el sentido de que
sabía que para ser efectivo en política debes tener en cuenta la
realidad política, las fuerzas disponibles, la naturaleza y la fuerza de
tus enemigos, la calidad y cantidad de tus recursos. También lo era
porque comprendía lo importante que es el ejército en la política. Pero,
si nos fijamos, le gustaba imaginar realidades que eran muy diferentes a
la realidad de su época. El ejemplo más claro es la exhortación al
final de El príncipe, donde se anima a liberar Italia de los
bárbaros. En 1513, la idea de liberar y unificar Italia no era nada
realista. Tampoco lo eran resucitar la virtud militar romana y regenerar
la virtud cívica en Italia, ambas acciones que Maquiavelo consideraba
posibles. Por tanto, si era un realista era un realista con mucha
imaginación. Un hombre al que le gustaba tener ideas grandiosas, y
hacerlas realidad.
En La sonrisa de Maquiavelo, describe
al autor de El príncipe como un hombre aficionado a la amistad y las
bromas, a la escritura de comedias y versos burlescos. Al mismo tiempo,
tenía una visión bastante áspera de la naturaleza humana. Decía, por
ejemplo, que los hombres son “desagradecidos, simuladores y mentirosos;
que rehúyen el peligro y son codiciosos”.
Maquiavelo era
un hombre capaz de combinar la levedad y la gravedad. Sabía divertirse,
le gustaba la transgresión, disfrutaba escribiendo comedias. Pero
también podía ser muy serio, extremadamente grave. Cuando hablaba de
pecados veniales, de asuntos cotidianos, de debilidades humanas como los
celos, un amor excesivo por las mujeres, la avaricia o la vanidad,
estaba lleno de humor y espíritu lúdico. Sus amigos lo llamaban “il
Machia”, una apócope que hacía referencia a su ingenio. Pero, cuando
prestaba atención a cuestiones políticas serias, que tenían que ver con
la libertad y la dignidad de su país, era serio. A mi juicio, una de las
cosas que le hacen grande es su capacidad de ser ambas cosas: el autor
de El príncipe, Discursos sobre la primera década de Tito Livio y Del arte de la guerra, pero también el autor de La mandrágora y
de cartas espléndidas, donde se mostraba totalmente amistoso y
dispuesto a divertirse. Era un equilibro muy difícil y en ese sentido
podemos ver a Maquiavelo como un auténtico profesor de una valiosa
lección de vida que nosotros, en nuestra época, parecemos haber perdido.
En la actualidad, tendemos a ser demasiado juguetones, a reírnos de
todo, de la libertad y la opresión, el Estado, la ley. Ese es el estilo
del bufón, no el del ciudadano. El estilo del ciudadano es saber reírse
en su momento y saber ser serio cuando están en juego importantes
elementos políticos.
El príncipe es un manual de consejos
para una monarquía, pero usted asegura que para Maquiavelo la forma
ideal de gobierno era la república, y concedía un gran valor al imperio
de la ley.
Aunque algunos investigadores en los últimos
años han dicho que Maquiavelo había abandonado sus principios
republicanos, creo que siguió siendo republicano toda la vida. Eso para
él significaba estar comprometido con los principios del bien común, el
imperio de la ley y la participación activa de los ciudadanos en la
deliberación política. Ese es el núcleo de su republicanismo. Otro
aspecto importante era la conexión entre libertad política, virtud
cívica y religión. Para Maquiavelo era imposible que un pueblo alcanzara
la libertad si sus ciudadanos no practicaban la virtud cívica: es
decir, oponerse a la corrupción, servir al bien común, resistir los
intentos de ciudadanos poderosos por establecer la tiranía y cumplir sus
deberes cívicos, empezando por el pago de impuestos y siguiendo por el
servicio militar. Maquiavelo es muy claro al respecto: si quieres ser
libre, necesitas tener lo que hoy llamaríamos una religión cívica. Es lo
único que da al pueblo la motivación necesaria para ser buenos
ciudadanos. Todos los ejemplos de buenos ciudadanos que conoció, las
ciudades libres de Alemania o los romanos de la Antigüedad, eran
religiosos. Por supuesto, para Maquiavelo ese tipo de religión no podía
ser en modo alguno la religión católica romana. Él pensaba que el
catolicismo era una fuerza corruptora. Era republicano porque pensaba
que un gobierno republicano tenía más capacidad de sostener la virtud
cívica que los principados o las monarquías. Las repúblicas eran mejores
para garantizar la libertad, la dignidad y la prosperidad. Hay que
tener en cuenta que las repúblicas necesitaban ser fundadas o reformadas
por un gran líder político. La teoría que Maquiavelo propone en El príncipe –la teoría del fundador, del redentor– puede parecer contradictoria con la idea republicana expuesta en Discursos sobre la primera década de Tito Livio, pero en realidad los dos libros se complementan entre sí.
Uno
de los ejes de El príncipe es la cuestión de las armas. ¿Por qué era
tan importante para Maquiavelo que una ciudad tuviera una milicia
propia?
Maquiavelo había visto en 1512 y luego vería en
1527, poco antes de morir, que si no tienes un ejército, te puede
invadir una potencia enemiga. Y, por supuesto, eso es una pérdida de
libertad y dignidad. Para Maquiavelo, esta era una clara lección de la
historia. La siguiente cuestión que discute es: ¿qué tipo de ejército es
un buen ejército? Y responde: un buen ejército es uno compuesto por
ciudadanos. Eso implica que un ejército mercenario no es adecuado para
defender la libertad y la dignidad. Maquiavelo también señala que un
buen ejército debe estar integrado por soldados y capitanes temerosos de
Dios, porque solo eso hace que el juramento sea significativo. Si no,
el juramento ante Dios es irrelevante, y quienes lo hacen no pueden ser
buenos soldados. Los soldados deben obedecer las leyes de la república y
respetar las normas de la guerra. Un ejército ciudadano debe ser capaz
de luchar con valentía, pero también ha de resultar fiable desde un
punto de vista político. A Maquiavelo le preocupaba la fiabilidad del
ejército en todos los aspectos.
Se le ha reprochado a
Maquiavelo que prestara poca atención a los aspectos económicos y que
subestimase la importancia de las transformaciones tecnológicas.
Es
cierto. Maquiavelo era totalmente inepto para hablar de negocios. Dice
abiertamente en una carta que era incapaz de hablar de la banca, los
beneficios y las pérdidas. También tendía a infravalorar la importancia
de los factores económicos. Por ejemplo, señala que el dinero no es un
asunto esencial de la guerra: es una idea bastante discutible. Otra
consideración que presenta es que si eres libre es probable que
prosperes. También sabemos que en su propia vida fracasó como hombre de
negocios. Todas las actividades económicas que intentó fueron un
desastre. Era un hombre que gastaba el dinero que tenía. No hay duda de
que, si queremos un teórico político que sea consciente de la
importancia de la economía y que explique cómo funciona, debemos buscar
en otra parte. A Maquiavelo le interesa la política con mayúsculas. La
actividad empresarial y las cuestiones económicas eran de importancia
secundaria para él.
Admiraba a algunos fundadores de religiones como Moisés, pero fue muy crítico con muchos aspectos del cristianismo.
Maquiavelo
lanza contra la Iglesia católica, contra Roma y el alto clero, dos
serias acusaciones. En primer lugar, que la Iglesia católica romana
había dividido Italia. Maquiavelo creía que Italia seguía dividida
porque la Iglesia había sido hostil a la unificación. Además,
consideraba que por culpa de la Iglesia, Italia se había quedado “débil y
sin religión”. La Iglesia, que era la mayor fuerza religiosa de la
época, había convertido a los italianos en gente no religiosa, gente sin
fe, poco fiable, desagradable, incapaz... Eso significa “débil”. Otra
acusación se encuentra en el segundo libro de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio,
donde Maquiavelo dice que la religión católica priva a los seres
humanos de la fortaleza necesaria para resistir frente a la opresión.
Esa era la conclusión que sacaba Maquiavelo de su análisis de la
situación religiosa de Italia y del mundo moderno. Esperaba que surgiese
alguien que devolviera la religión a sus principios fundadores. Lo que
según él estaba mal no era el cristianismo en sí, sino la interpretación
que la Iglesia católica había impuesto durante siglos. Maquiavelo
esperaba, creo yo, ver una reforma religiosa.
Isaiah
Berlin escribió que, al establecer una separación entre moral y
política, Maquiavelo creó una doble vía y sentó las bases de un
liberalismo que quizá no le habría gustado. Habría sido, sin
pretenderlo, uno de los fundadores del pluralismo...
Conozco
esa idea, expuesta en un ensayo importantísimo, La originalidad de
Maquiavelo, pero no me convence, porque Maquiavelo no era pagano. No
proponía una visión pagana de la moralidad. No hay nada en los textos de
Maquiavelo que apoye esa idea. Maquiavelo buscaba el renacimiento de un
cristianismo cívico y republicano que había existido en Florencia y que
se basaba en el siguiente principio: si quieres ser un buen cristiano,
debes ser un buen ciudadano, alguien dispuesto a servir al bien común.
Como el objetivo de Maquiavelo era ayudar a dar forma a buenos
ciudadanos, y como sabía que a fin de crear buenos ciudadanos puedes
utilizar la religión cristiana bien interpretada, no necesitaba soñar
con la resurrección del paganismo. El tipo de cristiandad republicana
incorporaba algunas dimensiones de las religiones paganas. Pero era
cristiana, no pagana.
En muchas cosas, nuestro mundo
parece distinto al de Maquiavelo. El nivel de agresividad política ha
disminuido en grandes partes del planeta. Las democracias modernas,
frágiles e imperfectas, permiten que la participación política de los
ciudadanos, la transparencia y el imperio de la ley sean mucho mayores
que en sus tiempos. ¿En qué sentido nos siguen sirviendo las reflexiones
de El príncipe?
Nos siguen sirviendo, y esperemos que lo
sigan haciendo, porque es un libro que habla de la redención política:
de las acciones políticas para reformar un orden político existente,
necesarias para liberar a un pueblo de la opresión o la corrupción, para
que los seres humanos vivan una vida digna. Es un libro sobre la gran
política, sobre el redentor. La verdad del libro se encuentra en el
último capítulo. Han pasado quinientos años, pero ese tratado habla de
una aspiración duradera y persistente de los seres humanos: la
aspiración de participar en la redención política. Líderes totalitarios
han tomado el poder presentándose como redentores, pero la idea de
Maquiavelo no tiene nada que ver con el totalitarismo. Aunque la
redención política se produce muy pocas veces, es una aspiración que
todavía existe. Que nos dejase de interesar El príncipe significaría
que esa aspiración ya no está presente en nuestro escenario moral e
intelectual. Sería un día triste, pero estoy convencido de que el libro
de Maquiavelo permanecerá vivo mucho tiempo.
Daniel Gascón, entrevista con Maurizio Viroli, La herencia de Maquiavelo, Letras Libres, octubre 2013
Daniel Gascón, entrevista con Maurizio Viroli, La herencia de Maquiavelo, Letras Libres, octubre 2013
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