Lectura i identitat.

Por decirlo a la manera de Richard Sennett, la práctica de la lectura corta es causa y efecto de la corrosión del carácter (Anagrama, 2000). Si la lectura larga enseñaba a comprometerse duraderamente tanto con los demás (parejas, amigos o compañeros) como con uno mismo (conducción metódica de la propia vida), la lectura corta solo adiestra en la veleidosa práctica del nomadismo inconstante, quizás aventurero y promiscuo, pero potencialmente tránsfuga y desertor. Y ello debido a que las lecturas cortas dejan de ser eslabones de una cadena vinculante (o escalones de ascenso y descenso a cielos e infiernos) para convertirse en medios autosuficientes (fines gratificantes en sí mismos) pero también intrascendentes, ya que no ejercen consecuencias significativas ni conducen a ningún sitio. De ahí su carácter recurrente y adictivo, condenados como están al eterno retorno de lo mismo.

Pero si las lecturas cortas encierran a las vidas privadas en el dudoso paraíso artificial de la versatilidad irrelevante, algo bastante peor sucede a escala macro con la vida pública. Pues leída en corto en la Red, la esfera pública queda reducida (como en Macbeth) a un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que carece de significado. Lo hemos leído en estos dos años que llevamos de gran recesión, pues la crisis del crédito ayer privado y hoy público ha estado sometida a la doble tiranía de la especulación financiera que apostaba en corto a la baja y de la lectura mediática que apostaba en corto por la ruina. Una común cortedad de vista que se ha propagado por pura miopía como una doble epidemia de desconfianza acreedora en los mercados financieros y de alarmismo catastrofista en los mercados informativos.

La especulación en corto puede esperarse de los mercados porque está en su naturaleza predadora y oportunista, dado el carácter de alacrán que precisa forjarse el especulador que aspira a medrar en las ruletas del capitalismo de casino. Pero no ocurre lo mismo con los medios de comunicación, que están obligados a leer a la larga la realidad social con mayor distancia crítica, apostando por acertar en el futuro con sus flechas informativas. Y mucho menos con los Gobiernos, que también están obligados a leer la realidad con mayor amplitud de miras que los mercados o los medios, tratando de programar el futuro de la sociedad a su cargo. Pero no ha ocurrido así.

Por el contrario, la prensa se ha convertido en un miope instrumento de los especuladores en corto. Y los mismos Gobiernos que un día hicieron de la crisis una lectura keynesiana a largo plazo no han tenido inconveniente ni escrúpulos en cambiarla al año siguiente por una neoliberal lectura en corto. El resultado ha sido que los acontecimientos fluyen a borbotones dislocados por turbulencias contradictorias, sin que nadie sepa interpretarlos proponiendo un relato estructurado con sentido significativo.

Y en ausencia de ese relato largo se imponen las microlecturas reactivas, como acto reflejo ante la vorágine de la urgencia mediática. Enfrentados a cada instante en la Red, periodistas y gobernantes se dejan llevar de la mano por las lecturas en corto que hacen los especuladores en los mercados y los analistas financieros en los blogs de la prensa color salmón.

En consecuencia, pugnando todos entre sí por ver quién extrae a corto plazo mayor rentabilidad especulativa, periodística y electoral, unos y otros renuncian a proporcionar un relato lineal con perspectiva de futuro y sentido de la realidad, dejando por defecto que en la Red se construya por agregación de microrrelatos un cuento coral de terror carente de significado: una cacofónica historia de zombis iletrados que está causando la ruina colectiva de la comunidad civil.

Enrique Gil Calvo, Lecturas en corto y ruido en la Red, El País, 21/08/2010
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Lecturas/corto/ruido/Red/elpepiopi/20100821elpepiopi_4/Tes?print=1

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